10/4/09

Un encuentro de negocios

La cita se dió a la hora estipulada, cuando se utilizan buenos contactos todos los protocolos del mundo pueden ser ser dejados de lado. El se había abocado a ello, dedicó su tiempo y no falló, muchos hubiesen pagado fortunas, incluso cometido actos despreciables por estar en su lugar ese día. Tremenda ironía que ante tantos pasos en falsos durante su vida haya tenido éxito justo hoy.

El invitado rodeó la mesa rectangular y tomó asiento en la cabecera de la misma, sólo aceptó un vaso de agua y no dejó a su anfitrión hacer ningún tipo de ofrecimiento; lentamente encendió un cigarrillo y comenzó a fumar sin impotar que el dueño de casa tuviese que abrir la ventana en tan helada noche invernal, aumentando el frío ya imperante en el pequeño apartamento del barrio porteño de Congreso.

-¿Querés negociar conmigo?¿qué tiene para ofrecerme un fracasado como vos? Cuando oí tu voz no puede evitar una carcajada ¿quién te creés que sos? ¡hay pasos que seguir, una burocracia armada para esto! Gente que vale mil veces más de lo que vos vas a valer en toda tu vida siguen los procedimientos estipulados y, aún así, nada consiguen de mí.

El tembló, un hombre poderoso lo estaba interpelando, tratándolo como la basura despreciable que era, pensó en su pasado y volvió a sentir vergüenza, no sólo de sus actos, sino también de sus pensamientos, de haber fallado a quienes lo habían querido, personas maravillosas que habían intentado "tirarle" una soga en su peor momento, a quienes no superaron su estado y terminaron por alejarse de la influencia negativa en que se había convertido, a quienes lo aguantaron más allá de todo y terminaron por hundirse con el. Pensó en como se había fallado así mismo, a sus sueños, a sus realidades una y otra vez durante su vida. Cómo había llegado a este momento, cómo tomó la decisión y logró su cometido, la primera vez que no fracasaba en una empresa sería algo irrepetible para la mayoría, y él lo había conseguido.

-Estás acá, es suficiente para mi... no tengo grandes planes, pero estás acá y en el día de hoy vas a escucharme, vas a oir mi propuesta, la vas a aceptar y yo voy a ver como cerrar el trato de la manera que me convenga a mi.

El hombre quemó el alquitrán de su cigarrillo apresuradamente y apagó lo que restaba por fumar.

-Ella no va a volver con vos, no vas a arreglar los errores del pasado, no vas a recuperar la confianza de tus amigos, tu vida no va a mejorar nada. Todo lo contrario... el dinero, la fama... sólo te vas a estar engañando, tratando de llenar un hueco que cavaste vos mismo.

Esta vez fue el anfitrión quien sonrió, se levantó se su silla, se dirigió lentamente a la ventana y la cerró tratando de disimular lo duro que resultaba correr esa hoja de vidrio. Se acercó con pasos cuasi felinos a la mesa y volvió a sentarse frente a su interlocutor, clavó sus ojos en esa mirada gris carentes de toda emoción y alejó el cenicero con el cigarrillo de su invitado recién apagado.

-Nadie fuma en mi casa, este es un ambiente libre de humo, no vuelvas a hacerlo. Ahora voy a hacer mi propuesta.

No pudo evitar morderse las uñas mientras hablaba, una a una fue diciendo sus peticiones, sus claúsulas... Había planeado todo, cada palabra estaba memorizada, cada contraoferta estaba estipulada, cada ángulo estaba cubierto, no sería tomado por sorpresa.

-¿Eso es? yo no ganaré nada que no vaya a ser mío de todas formas si espero lo suficiente, lo veo en tus ojos no necesito ser muy paciente. Olvidate... nada vas a tener de mi.

-Vos sabés que no vas a salir de acá hasta que no cerremos el trato, yo también puedo esperar ¿cuántas personas de esas que valen mil veces más que yo te están esperando mientras vos perdés el tiempo con esta basura que tenés frente a vos? ¡Dije NADIE fuma en mi casa!

El invitado guardó sus cigarrillos y terminó por aceptar la oferta, ya no quería perder más tiempo con este pelele y, de todas maneras, ahora lo tendría más cerca para hacerle comer sus palabras una por una; firmo el contrato e hizo las llamadas pertinentes para cumplir con su parte. El anfitrión se puso de pié y estrechó su mano, un par de lágrimas se dejaban entrever en sus ojos pués la emoción ante el trato que acababa de cerrar era inaudito.

-Investigando sobre vos averigüé algunas cosas interesantes, otras medio estúpidas: lo que más me llamó la atención fué saber que de chico tuviste una dura caida que maltrató tu sentido del olfato, también, que sos inflexible en cuanto a algunas costumbres como, por ejemplo, recibir a cada "nuevo empleado" en el momento de su llegada a tu empresa, y de como dejás ir a aquellos que no tienen tu cálida bienvenida.

El anfitrión tomó una pequeña cajita de fósforos de su bolsillo, el invitado, el Lucero del Alba, miró el pequeño cenicero sobre la mesa de aquella casa "libre de humo", entrecerró los ojos y sonrió dejando entrever sus colmillos.

-Supongo que el círculo de sal te va a retener lo suficiente como para que gane esta carrera... ¿quién es el fracasado ahora hijo de puta?

El anfitrión encendió un fósforo y pensó en sus seres amados por úlitma vez.

13/3/09

El mar más oscuro

Lejos de todo, solo, triste, angustiado, débil... ¿cuántas cosas?¿cuántos sentimientos al mismo tiempo?

Todos ellos no son más que un mar oscuro en el que no sé nadar, un mar frío donde mil agujas clavan sus agudez en tu cuerpo, un mar oscuro en una noche sin estrellas sin luna, una noche que parece eterna.

De repente un faro te ilumina, te enseña que no estás solo, que nada más hay que nadar hacia esa luz, que cada esfuerzo vale, que podés hacerlo, que la oscuridad acabará y que el frío hallará su fin al alcanzarla. Una brazada, dos brazadas... la luz se apaga... otra vez solo, de nuevo a oscuras, con frío una vez más... pero esta vez también se va la esperanza, esta vez nuestro esfuerzo se vuelve inútil. Ya no quiero nadar si no hay luz, no quiero hacerlo, no voy a poder hacerlo.

Lo peor es que la luz sigue ahí, sólo hay que saber verla, no es la luz que se fué somos nosotros que no la vemos pero... ¿como razonar eso con tanto frío, como hacerlo con tanta oscuridad, como hacerlo mientras tratamos de no ahogarnos? el tiempo pasa y ya no hay fuerzas, ya no hay ganas.

Pero la luz sigue allí, ¿cuánto tiempo perdido llorando por algo que dejamos de ver en nuestra ceguera pero que siempre nos iluminó? Hay que nadar, no se puede manterner a flote, nadie te va a rescatar, hay que nadar, aunque haga frío, aunque esté oscuro, aunque ya no haya estrellas.

Cuida lo definitivo

Dicen que la última evolución de una especie es cuando se especializa en una sola forma de alimentación, cuando finalmente una especie se ata a una sola fuente de alimento, es en ese momento en que corre peligro de extinción, pués se pierde el poder de adaptabilidad...

¿Qué pasa con el ser humano? quizá el mamífero más adaptable, capaz de someter a la naturaleza a su antojo, ¿de qué depende? ¿a qué se ata? ¿cual es su evolución?

Algunos piensan que la dependencia a la tecnología será el fin, otros que no, que la humanidad saldrá de nuevo adelante si algún día nos quedamos sin nuestra preciosa tecnología.

Pero hay algo más, hay algo que también nos atrapa, que nos moldea, que nos hace salir al frente, que nos hace derrotar las cada oposición. Es algo intangible, algo que está ahí, algo que todos tenemos la capacidad de tener, pero que muchos deciden desoir ¿la razón? la aparente vulnarebilidad que nos dá. Hablo del amor, un sentimiento rico, variable, adaptable... hay muchas formas de amor, muchas formas de sentirlo, muchas formas de demostrarlo, de darlo, de compartirlo...

Pero hay una en su forma más pura, en su forma más definitiva, una que puede tocarnos una sola vez en la vida o bien no hacerlo nunca, una que graba su impronta a fuego en el corazón de quién es tocado por este amor de trueno.

Cuando llega primero hay que reconocerlo, no es difícil, entra en tu vida y apaga tu raciosinio lo hace un segundo, porque no se puede hacer otra cosa que oir el latir de tu propio corazón que no late sino que truena, ya que es el corazón el que lo reconoce, luego viene el aviso del estómago: se llena de mariposas casi literalmente, y, finalmente, tiemblan las rodillas... ya está ya vas a sonreir cuando pienses en ese amor, volverás a pensar, pero en función de este nuevo sentimiento, ya no se piensa en uno, sino en dos, todo se vuelve plural. Hay algo más, algo en lo que se dejó de creer, algo que ya no pensamos que existía y lo redescubrimos... hay magia... si como suena, hay magia...

Pero hay que tener cuidado, porque este amor hay que alimentarlo, hay que cuidarlo, regarlo pero no ahogarlo, porque si no lo hacemos, podemos perderlo todo...

Perderlo no es una opción, porque ya sólo sabemos amar de una manera, ya no sentiremos lo mismo nunca más, la magia nos ha tocado, y saber que existe es temer perderla, porque ya no se puede vivir sin magia, no se puede salir adelante dejando esa felicidad atrás...

Antártida

La caminata se había tornado demasiado extensa, agachar la cabeza y seguir hacia adelante ya no parecía ser una opción, los pies seguían helándose en la nieve que ya llegaba hasta las rodillas, la nevada cortaba la piel de la cara, y nublaba la visión; quedarse quieto era la muerte... seguir caminando... también.

Casi medio año había transcurrido desde que se inició la travesía que cerraría finalmente el círculo de su vida, el sabía que la búsqueda había concluido, sólo restaba un pequeño, aunque escarpado trayecto, y el tesoro estaría frente a el, el tesoro que no creía merecer, que había dado con sus narices casi sin quererlo, y que hoy lo obsesionaba, que hoy creía suyo por derecho.

El camino intransitable para muchos se le había hecho ameno al principio y un poco más peligroso con el correr del tiempo, no sólo mermaba sus capacidades físicas, si no también su mente, pronto empezó a dudar de su fortaleza, de sus cualidades para llegar al tesoro, pero no cejaría en su empeño, sabía que por algo había llegado allí, y la mitad del camino no era el lugar adecuado para abandonar la búsqueda, aunque muriera había decidido hacerlo en movimiento, siempre hacia adelante, luchando hasta el final, sacando fuerza de donde no las había.

Muchos buscaron ese tesoro en el pasado, pocos lo alcanzaron, y demasiados ni siquiera creen en el, pero existe, saber de su existencia es querer tenerlo, alcanzarlo es no querer perderlo, podría llevarte a la muerte, a la locura, a la felicidad... ¿valía el intento? decidió que si casi al mismo tiempo en que comenzó su camino, su primer paso lo dio con seguridad..

No así los vacilantes últimos pasos, entre tropiezos, las manos comienzan a quemar de tanto apoyarlas para levantarse una y otra vez, el destino está allí, al final del camino, el tesoro no es para los que lo toman, sino para los que lo buscan, para quienes luchan por el, hay que seguir adelante...

Aridez, dolor, un alma herida y un corazón inquieto son sus armas, sus compañía, su todo... pero hay algo más allí, algo que provoca que vuelva a levantarse, aquello sin lo que no hubiese salido nunca de su casa: esperanza.

Su tienda, su abrigo, sus provisiones, todo perdido en sucesivas tormentas accidentes, ya poco quedaba para afrontar el resto del camino, un camino que no sabía cuanto duraría, pero no se puede parar, un paso delante de otro, así... otra caída... arriba, a seguir adelante.

Es plausible que no todos deban hacer este camino para alcanzar tal tesoro, es probable que cada uno deba de hacer su propio trayecto y superar sus propias pruebas, el Grial espera allí, algunos logran alcanzarlo otros mueren en el camino...

La piel quema, lo pies se hinchan, el frío aumenta, y el sigue caminando... seguirá haciéndolo, porque lo vale, porque así lo quiere, porque nunca volverá a dormir sabiendo que no lucho por el tesoro, porque prefiere morir luchando... el camino se alarga, se estrecha, y la nieve sigue cortando su cara, ocultando sus lágrimas de desesperación, de dolor.

El seguirá...

12/12/08

Sobre sir Lugh: El torneo de Camelot, primer día

Un año ha pasado desde la batalla contra Fomore y sir Lugh llega a Camelot para encontrarse con que el rey Arturo ha organizado un torneo en honor a los que participaron de dicho acontecimiento en las costas de Hibernia; es su oportunidad de cumplir su sueño, sólo si evita que este se convierta en pesadillla.


La carreta era lenta, pero el viaje había sido demasiado tranquilo para poder disfrutar del paisaje y de la benévola temperatura. En la parte trasera sir Dinadan iba dormido, lo había hecho durante buena parte del trayecto, las medicinas proporcinadas por Parvissimus audaban a ello. Las heridas del caballero eran severas, y no aguantaría el viaje de tener que hacerlo en vigilia.

Sir Lugh se había acostumbrado a la compañia del bardo, pero este se había separado de él en Ratae, tras lo acontecido en el pueblo de dibujantes. Lo sucedido ese día aún no era claro para el joven orcadiano, sólo sabía que algo muy malo había pasado y que Parvissimus se encargaría de investigar; dijo qu elo haría solo. Al norteño sólo le quedaba acatar los deseos de su compañero, por lo que decidió ayudar a sir Dinadan a regresar a Camelot. La ayuda del moreno Sagramore fue vital para conseguir la carreta y las provisiones para atravesar la isla de Este a Oeste, sin olvidar los salvoconductos necesarios para dicha empresa.

Era época de siembra y, por lo tanto, época de paz, esta duraría hasta después de la cosecha; por lo que el viaje era tranquilo. Dinadan deliraba cuando estaba despierto o, simplemente, se dedicaba a gemir de dolor, por lo que no era gran companía para Lugh.

Quizá por la falta de relación que había en el viaje fue que el joven orcadiano volvió a pensar en su amada Blaisine, en su belleza, en la bondad mostrada para con toda su guardia, en lo sorprendida que se mostró al encontrarlo tan joven y tan pequeño en comparación al resto de los fornidos orcadianos que formaban parte de quienes debían protegerla...

-Dime Sir ¿Cómo me protegerás, cómo supliras la diferencia física que tienes con el resto de tus compañeros?- Fueron las palabras de las doncellas ni bien fueron presentados. Lugh se puso nervioso y no alcanzó a pronunciar palabra, realmente había quedado como un tonto. Por suerte Blaisine siguió repasando a su guardia y no reparó en las gotas de sudor que recorrieron su frente a pesar del intenso frio de las Orcadas.

El recuerdo era nefasto, pero se disipó al contemplar la inmensa llanura donde se parecía estar por llevar a cabo un torneo y, más allá se podían distinguir las murallas de Camelot; el corazón de Lugh se detuvo un momento a contemplar su esplendor. Una de las pocas fortificaciones construidas en piedra de toda la isla, pués había sido construida por el Imperio hace mucho tiempo, funcionando como cuartel general de las legiones apostadas en el Sur y reconstruida por Uther para luego ser llevada a una grandeza sin igual por su hijo, Arturo.

Mucha gente se acercó a la carreta al pasar esta por los pabellones, algunos reconocieron a su joven conductor, pues habían estado con el en Hibernia hace un año, y le comentaron del torneo preguntándole de qué lado se desempeñaría al iniciarse este. Lugh apenas si entendía lo que decían porque no detenía su marcha en ningún momento, hasta que una comitiva le cortó el paso.

Eran tres hombres a caballo, el de la izquierda era de, más o menos, su edad, ojos azules y pelo castaño, su porte no era mayor al del propio orcadiano, pero su ropa era de excelente calidad, llevaba la lanza en mano en posición de descanso (apuntando hacia arriba), tenía puesta una lorica hamata, sustancialmente una cota de malla de hierro, sobre una fina túnica de lino. El hombre de la derecha parecía un poco más grande de edad pero tenía el mismo porte, sus largos cabellos negros llegaban hasta sus hombros atados en una trenza. La vestimenta era igual, aunque su escudo (con un gallo rojo sobre un fondo azul) tenía un par de abolladuras. Pero era el personaje del medio quien atraía todas las miradas. El escudo, completamente azul era su distintivo particular. Era un hombre de un metro ochenta de estatura, pelo negro con rulos, tampoco llevaba barba, sus razgos eran nobles y sus ojos azules y profundos; Lugh pensó que debía de tener a la mujer que quisiese con tal porte; sobre su túnica azul llevaba una protección formada por pequeñas láminas metálicas que resplandecían como si fueran de plata. el joven orcadiano se detuvo de inmediato y contó a los tres caballeros sobre el herido que traía en la parte trasera y como había dado con él.

El hombre del medio fue quien habló.

-Ns preguntábamos qué había sido de sir Dinadan, veo que no la ha pasado bien. El Rey se alegrará de saber que se encuentra con vida, aunque sentiremos su ausencia en el torneo de mañana. Ahora dime joven ¿cuál es tu nombre?
-Soy sir Lugh, de las Orcadas, armado por la hermana del Rey hace casi dos años; entrenado por sir Lamorak, uno de los mejores Caballeros del mundo.

Los tres hombres se miraron con pesar y fue el del medio quien volvió a tomar la palabra.

-Entonces te entristecerá saber que Lamorak ha muerto hace unas semanas, si es que no lo sabías. Fue una gran pérdida, pués como decís fue un gran Caballero y se extrañará su espada este año si los picts se ponen inquietos.

La noticia lo dejó frío, su instructor era un gran hombre y un excelente combatiente, la única persona que creía poder vencer a Lamorak estaba frente a el y no parecía haberlo hecho por el tono de voz con que le había dado tabn terrible noticia.

-Decidme Caballero ¿quién ha podido vencer a mi señor?
-No ha sido un sólo caballero sino tres, quienes lo retaron a duelo en los bosques septentrionales, cuando se dirigía hacia aquí.
-¡Tres contra uno! ¡Eso no es justo! ¿Quiénes han sido los villanos?
-Cálmate un momento Lugh, estos Caballeros retaron a Lamorak y el aceptó, fue una venganza de sangre. Yo que tú no me apresuraría a impartir juicios tan rapidamente, sobre todo por encima del Rey, quien ya ha impartido su veredicto.
-¿Y cuál a sido este? Si es que se puede saber.
-Estos tres Caballeros han sido asignados a la defensa d elas Orcadas para reemplazar la espada de Lamorak, no imagino peor castigo que... perdón, olvidé que tu eras de allí.
-Aún no me has dicho quienes fueron- Lugh se estaba deseperando.
-Eso es algo que sabrás a su momento, no estás en condiciones para recibir tal información, y por favor no insistas, no quiero convencerte de ello por la fuerza. Ahora por favor síguenos, te mostraremos donde dejar a Dinadan.

El Caballero se dió vuelta y comenzó a andar a paso lento seguido por los otros dos Caballeros. Lugh tragó saliva y se dispuso a andar, pensando que había estado a punto de hacer enfadar al mejor Caballero del mundo, y lo quería en ese momento era cruzar lanzas con sir Lancelot.

...

No era un buen día para Roderik, no había encontrado a Lugh, y el torneo empezaría al alba, y lo peor había sido lo ocurrido en la cena, mientras sus escuderos cocían un jabalí llegó un mensajero a su pabellón, este traía un rollo de papel sólo para sus ojos, al abrirlo reconoció la letra de inmediato, y lo que llevaba escrito lo dejó sin apetito.

¿Adivina quién será de la partida del Rey mañana por la mañana?
Mis respetos
sir Gokeron

La tosquedad de su letra lo incordiaba casi tanto como el desafiante mensaje, Roderik hizo un bollo con aquel mensaje apretándolo en un puño y salió con prisa preguntando a los gritos donde acampaba el bando contrario, los escuderos sabían de lo que era capaz Roderik cuando enfurecía y se miraron con miedo, por suerte el más viejo de los dos, un hombre de unos cuarenta y tantos años, sabía la respuesta y contestó con prisa antes de que el Caballero se ensañase con el pequeño Jhon, un joven que se había ofrecido como escudero hacía paenas un mes.

-¡Rápido, mi caballo! que no tengo toda la noche- La voz de roderik era dura y sus ojos detentaban una furia sólo vista cuando se trataba de su hermano menor.
-Aquí está señor, he de presumir que no nos acompañará en la cena- El viejo hablaba con respeto, pero mirándole a los ojos, pués a pesar de su rudeza el Caballero solía permitirles ciertas libertades.
-Sólo guárdame un poco, comeré en cuanto vuelva- dijo y montó veloz en uno de sus corceles, dirijiéndose a toda velocidad hacia el otro campamento.

...

Una vez dejado Dinadan en el pabellón para heridos, sir Lancelot abandonó a Lugh despidiéndose de muy vuen humor, y pidiéndole que no faltara a la mañana siguiente. El joven orcadiano vendió la carreta y s ehizo de víveres y pagó a un herrero para que reparara su cota de malla, ya que los anillos de hierro se estaban separando en el hombro derecho raspándolo si levantaba mucho la espada. El herrero era bueno en su oficio y el trabajo estuvo terminado para esa misma noche.

-Así que eres uno de los vencedores de Hibernia...- Mucha gente desfilaba por la herrería de Gorlas (ese era su nombre) y el se interesaba por las historias de todos los que pasaban por ahí.
-Más que vencedor soy un sobreviviente- Mientras decía esto el pequeño hombre del norte recordaba las horas que había tardado en sacar la sangre fomoriana de sus vestiduras y armamento, y la cantidad de cuerpos que había a su alrededor mientras lo hacía.
-No eres el primero que hace un alución parecida, esos gigantes realmente eran duros, ¿de qué lado estarás mañana?
-La verdad es que nunca he participado de este tipo de torneos, sólo he justado, y todo el mundo me pregunta de qué lado pelearé, no lo entiendo- había llegado la hora d eencontrar una respuesta para saber en qué clase de torneo se estaba metiendo.
-Oh, un extranjero, debí imaginarlo. Mirá, es algo así: se forman dos pequeños ejércitos que se enfrentan el uno con el otro para mantener el dominio de un campo determinado y plantar allí su estandarte, se utilizan lanzas romas y espadas sin filo, pero te imaginarás que aún así será peligroso. Al día siguiente vendrá el turno de hacer justas individuales, aunque defendiendo las banderas del día anterior.
-Entiendo, aunque no poseo las armas a las que te refieres, ¿tú podrías alquilarme algunas?
-Tengo un par que los dueños no han venido a reclamar si quieres, y por una módica suma podremos hacer negocio. A menos, claro, que querais hacer algo por mi.
-Si está en mis manos lo haré, ¿de qué se trata?
-Del lado del Rey habrá un Caballero novel llamado Math, es un gran guerrero y aspirante a la Tabla Redonda. Este hombre sedujo a mi bella hija menor, Ariadrod y mancilló su honor, si tu te pasas al bando contrario y le vences no tendrás deuda alguna conmigo y podrás quedarte con las armas que te alquile.
-Es un buen trato, pero no mataré a este sir Math, pues no será una lucha a muerte.
-Bueno, sólo me conformo con verle derribado y humillado por un muchacho como tú.

Tras la partida de Lugh, un hombre encapuchado se hacercó a gorlas con unas monedas de plata, las cuales fueron entregadas mientras el herrero decía:

-Eh cumplido, ahora este joven estará en el bando que querías mi señor.

El encapuchado se fue sonriendo, el amanecer traería consigo la oportunidad que esperaba para mostrarse ante el rey Arturo y entrar en su distinguida corte.

...

Los caballos estaban listos, eran cien por bando, sir Lugh estaba con los héroes de Hibernia al mando de Sir Gawain con sus blancas ropas cubiertas de escamas plateadas y sir Miles de cota de malla de hierro negro. Este segundo era quien se encargaba del primero de los grupos de cincuenta caballeros que irían al choque, fue una alegría para el orcadiano encontrarse con un viejo conocido, sir Roderik. El fortachón caballero de Londinium iba vestido con una brunea recubierta de escamas de metal color rojo, y un yelmo con portección en nariz y orejas, además de guardanuca de malla y un penacho también del carmesí tono; realmente iba con lo mejor que tenía.

-Antes de comenzar debo pedirte algo pequeño amigo.
-Si está a mi alcance lo haré.
-En el otro lado está mi hermano, sir Gokeron, por favor, déjamelo a mi, va todo de negro y..
-Ya conozco a tu hermano- Le interrumpió Lugh- Va vestido como tú, pero de color negro. Nos enfrentamos hace un tiempo, no creí que se recuperara a tiempo.
-¿Venciste a mi hermano en una justa?- La voz de Roderik sonó muy sorprendida como si no creyese que quien hacía un año había salvado su vida no fuera capaz de vencer a quien creía su némesis e igual en combate.
-Corrí con ventaja táctica ese día, no creo volver a tener la misma suerte- lo tranquilizó el orcadiano.

El otro bando era una mezcla heterogénea de Caballeros consagrados de la Tabla Redonda y muchos jóvenes retadores que querían mostrarse ante el rey Arturo. Entre los primeros se encontraba sir Lancelot, el mejor Caballero del mundo, y sus primos sir Lionel y sir Bors uno a su izquierda y el otro a su derecha como siempre; sir Tor, medio hermano del fallecido Lamorak; sir Mador, hermano dle malogrado sir Patrise; sir Manessen, sir Gryffet, sir Dinas y los veteranos sir Lovell y sir Maraus.

Al mando de los novatos se encontraban sir Agravain, hermano de Gawain y sir Gareth, el menor de los sobrinos de Arturo. Entre sus filas contaban con caballeros como el llamado Le cote maile taile apodado así por lo mal que calzaban sus ropas de batallas heredadas por su padre, o un joven rubio de humildes armas llamado Perceval de quien se decía también era hijo de sir Pellinore (padre de Lamorak y Tor); y claro, con sir gokeron ubicado a la derecha de quien le había armado Caballero: sir Agravain.

El rey Arturo observaba desde una privilegiada posición en el palco Real, con su amada Gwenyvar sentada a su izquierda y su hermano de leche sir Kay, el Senescal, a su derecha; también lo acompañaba caballeros legendarios como sir Lucan, el mayordomo y su hermano sir Bedivere; su padrastro sir Ector de mares; sir Urien, alguna vez al servicio del fallecido Uther; Obviamente se encontraban las damas de compania de la Reina, entre ellas, lady Blaisine. Sólo alguien faltó ese día, pero nadie podía saber donde o porque andaba Merlín.

Toda la gente de camelot y alrededores habían ido a ver el acontecimiento pués eran ya raros, y muchos querían aprovechar y disfrutar de la belleza de la Reina o ver en persona al responsable de su dicha: Arturo. Obviamente los retadores eran favoritos por contar entre ellos con gente como Lancelot, Tor o Maraus, pero los favoritismos eran fáciles de cambiar cuando un Caballero mostraba arrojo y valor.

...

La primer carga fue estruendosa, por más que no se distinguían todavía quienes eran quienes, la gente gritaba a favor de uno o de otro. Sir Roderik había derribado a tres Caballeros de sus monturas antes de romper lanzas, mientras iba buscando a su hermano, sir Lugh lo seguía espada en mano pues había roto s lanza en el primer choque derribando a un pobre Caballero de su huesudo caballo. Realmentes e notaba que el grueso de los retadores eran guerreros novatos, sin ningún tipo de experiencia, pocos eran los que habían podido afirmas su posición a fuerza de espada y movimientos compactos, entre ellos estaban Agravain, su hermano Gareth y Gokeron; quienes derrivaban a quien se les acercara. Mientras Roderik seguía abriéndose paso hacia el centro, Lugh reconoció a sir Math y recordó su promesa, pero este era realmente muy buen Caballero y detenía con su escudo todos los golpes del orcadiano, contraatacando con una fuerza sorprendente. Finalmente uno de los golpes de Lugh traspasó su defensa haciendo caer a su rival herido, aunque no de gravedad; al levantar la vista el hombre del Norte ya no veía a Roderik y no tuvo tiempo de buscar muy intensivamente porque fue atacado por tres jóvenes muy mal armados, pero que hacían su fuerza en el número. Mientras tanto, los hombres de sir Miles hacían estragos entre las fuerzas de nóveles Caballeros, pero en ese instante, y a toda velocidad, entraron en acción los demás Caballeros de reserva liderados por sir Lancelot, la gente estalló en un sólo grito de júbilo, verían luchar al mejor Caballero del Mundo.

Sir Miles comprendía que el triunfo estaba en que el grupo de Gawain entrara en acción lo más refrescados posible, pués de igual a igual no había manera de sobreponerse al pequeño ejército de Lancelot, el grito de "¡Aguantad!" le permitió al joven Perceval sorprenderlo y derrivarlo haciéndose con el estandarte. Sir Lugh se había desembarazado de sus tres contrincantes pero a cota de su escudo, y, al ver el descontrol que había provocado la entrada de Lancelot, espoleó su caballo hacia el centro de este grupo, Roderik lo vio y quiso ayudarlo pero en ese momento se había enfrascado cuerpo a cuerpo con Gareth, sin que ninguno pudiese aventajarse. Muchos Caballeros siguieron a Lugh viéndose envalentonados por la actitud de este y la lucha se emparejó un poco.

Desviando la lanza de sir Dinas con su espada, el orcaidano se acercó lo suficiente para derrivarlo de un puñetazo, haciéndose con el arma enemiga antes que esta caiga al suelo. Con la lanza en una mano y la espada en otra se dirigió a Perceval a quien derrivó, quitó escudo y sacó el estandarte.

Al grupo de Agravain se le sumaron Lancelot y sus primos, haciendo casi imposible acercarse a ellos sin ser derrivado en el intento, sólo Roderik evitaba que gareth se les uniera. A pesar de haber recuperado el estandarte, los retadores seguían avanzando, y los Caballeros de Miles habían empezado a retroceder, la gente ya dividia su aliento entre ambos ejércitos y estalló cuando sir Gawain entró en acción.

El menor de los sobrinos de Arturo pronto derrivó a su hermano Agravain y se enfrascó en un cuerpo a cuerpo con Lancelot aprovechando que su fuerza había aumentado (cuenta la leyenda que la fuerza de Gawain crece por la mañana junto con el sol, llegando a su cénit al mediodía cuando empieza a disminuirpaulatinamente al igual que el Astro Rey) logró retrasarlo. Finalmente sir Roderik venció a Gareth y se dirigió a su hermano, cuando lo interceptaron Lionel y Bors (primos de Lancelot) quienes pudieron derrivarlo. Sir Tor se había acercado espada en mano hacia Lugh quien pudo esquivar el ataque del gigante y derrivarlo con un golpe en las costillas, el mismo Gokeron lo había visto dirigiéndose a él con el estandarte de su ejército en alto pero no logró alcanzarle pues fue derrivado por tres Caballeros que venían con Gawain.

Al ver perdido el centro del campo Lancelot toco la retirada, evitando así la caida de muchos de los novatos que le acompañaban y la deshonra de varios de los Caballeros de la Tabla Redonda ante estos hombres, que habían demostrado un valor increíble, sobre todo el grupo de Miles, quienes le contuvieron lo suficiente para que la gente de Gawain entrara con ventaja física e hiciera la diferencia.

Por los hechos de armas de ese día, y por haber inspirado a su ejército a luchar cuando todo parecía perdido; todos los honores de ese día se le fueron entregado a sir Lugh.
Quien no podía creer lo que oía del propio rey Arturo mientras Gawain (con el brazo izquierdo entablillado y una venda en la cabeza) le palmeaba la espalda diciendo "Bien hecho muchacho".


Una de las cosas que había ganado el orcadiano (aparte de dinero, un caballo, escudo nuevo y un torc de oro) era el de elegir a la mujer más bella de ese día. Tarea fácil, pues nadie sería tan estúpido de no elegir a la reina Gwenyvar, pero al subir al palco con la corona de flores sus ojos volvieron a cruzarse con los de una de las damas de compania: Blaisine. Esta vez ellá le sonrió. Arturo, parado frente a el lo devolvíó al mundo de los vivos con su voz potente y profunda.

-Estamos esperando muchacho ¿Quién recibirá la corona?- El Rey lo miraba desde sus casi 190 cm, con una enorme sonrisa en la cara, pues veía frente a el a la clase de soldado que necesitaba en su ejército, el Pendragón iba ataviado con una cota de malla dorada, llevaba un torc de oro y una capa roja, su corona era muy sencilla, pero sus razgos eran sublimes, auqnue la abundancia de la barba tratase de ocultarlos.

Lugh miró al Rey a los ojos, luego a la Reina y agachó la cabeza.

-Perdonadme Su Majestad, pero he elegido a otra persona- La vergüenza en la voz del joven no pasó desapercibida por Gwenyvar.
-No es tu obligación elegirme a mi, muchacho. Dime ¿quién es la elegida para esa corona que traes entre tus manos y que merecidamente has ganado? ¿acaso alguna de mis Damas de Compania?- Realmente era una mujer fascinante, digna de un Rey como el que tenía a su lado.
-Es lady Blaisine, Su Majestad, la doncella que se encuentra detrás suyo, hija de sir Ulfius- Los murmullos del público iban creciendo, aunque nadie sabía bien que era lo que sucedía.
-Pues entrégala entonces- La Reina le sonreía y se abríó paso para que pase el orcadiano.

Lugh volvió a ponerse nervios y colocó temblando la corona de flores y un anillo de oro destinado a la belleza elegida ese día. La Reina sonrió mostrando los dientes y con tono maternal se dirigió a Blaisine.

-Veo que tu enamorado es más apto para enfrentar lanzas enemigas que la mirada de tan bella mujer.

Arturo estalló en carcajadas que pronto se hicieron contagiosas, todo el mundo reía, menos Blaisine que se había ruborizado y miraba el suelo, mientras el orcadiano rascaba su corta barba a manera de tic nervioso. De repente, una voz calló la demás...

-Yo no estoy de acuerdo con la elección- Era Lancelot, quienluego se dirigió al Rey.
-Su Majestad, he jurado delante vuestro que nadie destacaría delenate mío la belleza de otra mujer que no fuera vuestra esposa, mi reina Gwenyvar. Si bien ella parece estar de acuerdo yo tengo un juramento de Caballero y debo cumplirlo muy a pesar mio, pues este joven se ha desempeñado din tacha en el día de hoy. Así que, por favor, sir Lugh de las Orcadas, desdícete y declara a la reina Gwenyvarla mujer más bella del reino o demuestra lo contrario en la arena.

El reto estaba echado, los Reyes nada podían hacer, la gente murmuraba, Gawain meneaba la cabeza, sólo Gokeron sonreía a un costado de Agravain mientras eran atendidos por sus escuderos. Lugh miró a la Reina, luego al Rey y, por último, a Blaisine. Era un Caballero, y no se retractaría aunque aquello implicara una pelea con el más poderoso guerrero del mundo, la flor de la caballería...

-Sólo quisiera pediros una cosa, en caso de vencer yo, nada quisiera más que la mano de vuestra doncella-

Gwenyvar miró a Arturo, quien asintió cerrando los ojos y le dió el sí. Blaisine cerró sus ojos un segundo y luego miró a aquel Caballero que siempre le había parecido un enano que nunca llegaría a nada, aquel que aprendía a leer mientras los chicos de su edad jugaban a ser Caballeros de Arturo. Esta vez vio a un hombre dispuesto a morir por ella.

-Tomad oscadiano, usad este pañuelo y no lo traigas manchado de sangre, o no seré tu esposa.

Lugh recibió el retazo y se lo ató al cuello, de un salto bajó del palco real y montó de manera decidida, dispuesto a defender su postura.

El mediodía había llegado y la gente estaba lista para ver justar al mejor Caballero del mundo con un joven al que había retado para mantener su juramento de Caballero, un joven que habìa aceptado el reto por amor. Las mujeres suspiraban; unas por el gesto del orcadiano, otras por la sola presencia de Lancelot.

Sir Roderik se acercó a su compañero para lacanzarle la lanza y aprovecho para decirle que estaba loco, dio la vuelta y se alejó. Los escuderos de Sir Gawain ayudaron a Lugh dándole un escudo y ajustando las birdas de su caballo, y es que el primo del Rey le había tomado aprecio al Caballero venido de su tierra que había ganado los honores aquel día.

Del otro lado Lancelot aguardaba listo la señal de Arturo. La voz del Pendragón fue escuchada por toda la gente que había concurrido a la llanura ese dìa, y los caballos arrancaron a toda velocidad. Fue en ese momento que Lugh se dió cuenta que Lancelot era zurdo, y que asì como iban chocarìa su lanza antes que el. Tratò en vano de protegerse con el escudo girando la cadera hacia la izquierda, pero recibió la lanza del Paladín de la Reina de lleno en el escudo, sin que el pudiese dar en el blanco con la suya. Por suerte no cayó, pero se encontraba muy aturdido, el orcadiano ya estaba perdido pero no se había dado cuenta, pestañeó fuerte un par de veces como para reaccionar y se lanzó a la segunda carga. Esta vez no pudo ni siquiera levantar bien su escudo y la lanza de Lancelot se rompió al lado de su hombro izquierdo, cayendo de seco al suelo.

Fue el mismo Caballero quién se apeó enseguida pidiendo asistencia para el caido, la sangre salía de su cuerpo, la cota de malla había sido vulnerada por una astilla, y Lugh apenas si respiraba. Todo el mundo sabía como sería el resultado, pero aún así habían quedado perplejos con la escena de Lancelot arrodillado junto al cuerpo del pequeño Caballero que se había atrevido a enfrentarlo por el amor de una mujer.

Horas más tarde, mientras se servía un gran banquete en Camelot, sir Lugh se debartía entre la vida y la muerte, el Rey había puesto a los mejores médicos del reino a su dispisición. Mientras le sacaban las ropas para atenderlo, el orcadiano dijo unas palabras, casi como susurros.

-El pañuelo... no...-
-Lo siento, tienes que quedar desnudo para limpiarte y ver bien esa herida- respondió el médico druida- Nada de preocuparse por un pedazo de tela manchado de sangre, hazlo por tu corazón, que apenas si se salvó de ser alcanzado por esa astilla.

Sólo en ese momento, a pesar del dolor físico, sir Lugh se permitió soltar una lágrima.

Aquí termina el cuento
de sir Lugh y el torneo
de Camelot.
Primer día

8/12/08

Sobre sir Lugh: Cayo Falco Fortunato, el pueblo de dibujantes y la misión del Santo Padre

La nueva religión seguía haciéndose fuerte en todo el territorio romanizado, Britania no era la excepción. El rey Arturo había decretado que todo ciudadano tenía derecho a adorar al Dios que quisiera; semejante idea fue del total desagrado de la curia, cuyos misioneros seguían predicando por toda la isla e informando cada novedad a Roma. Uno de estos mensajes acaba de alarmar al clero, uno que no puede pasarse por alto. El Santo Padre ha posado su ojo en la escasa extención de tierra que hace ya tiempo abandonara el decadente Imperio, esto no puede ser bueno para la gente que vive allí.


El pequeño trirreme partió temprano por la mañana, se debía aprovechar el buen tiempo imperante para cruzar el mar hacia Britania. El hermano Falco no estaba contento, esa isla del Norte se hallaba maldita, pocos hermanos habían regresado, y los que lo hicieron fueron vistos como bárbaros por las altas cumbres cristianas.

Comúnmente se castigaba a un hermano con el Exilio a estas tierras inhóspitas, sobre todo cuando lo que se buscaba era alejar a alguno de estos hombres de mujeres casadas o jóvenes aprendices. Pero este era un asunto especial, los veinte hombres de negras capas que se hallaban detrás suyo lo confirmaban. Su sagrada misión era simple, conferenciarse con el tal Arturo (ese bárbaro caudillo que se había hecho con el trono hace unos años) y pedir permiso para predicar en una pequeña villa situada al Este del sub-reino llamado Mercia, allende a la costa sajona. Claro que sus mudos acompañantes no pasarían jamás como predicadores, más aún cuando se percatasen de los gladius que acompañaban sus cinturones. Otro hecho es que una diminuta villa de no más de cincuenta familias no necesitaba de tantos hombres de fé dando veltas por donde se les diera la gana. ¿Cómo podía creer Roma tan estúpido a quien había unido a esos bárbaros que no hacían más que pelear entre ellos y transformarlos en un pueblo unificado? Realmente se le había encomendado una tarea ciclopéa, el era un hombre de libros, nunca un buen orador, el Pendragón (como era llamado) se daría cuenta del engaño y lo mandaría a decapitar.

Los hombres de atrás no hablaban, no lo habían hecho desde su salida de Roma, y no lo harían, eran el ejército privado del Papa, sus cuerdas vocales habían sido cercenadas desde niños, su entenamiento era obra de los mejores instructores del Imperio. Ellos se encargaban del trabajo sucio del clero y hoy se encontraban a su cargo. Cayon Falco Fortunato era el líder de una misión especial del Papa y, por consiguiente, de Dios; de repente la costa Britona que aparecía delante suyo ya no lo ponía de mal humor.

...

Varios días habían pasado desde que Parvissimus ambrosius y su compañero, el joven Lugh, se habían adentrado en el reino de Mercia. Pocos bosques e interminables llanuras eran su paisaje, algunos caminos romanos que llevabana a un par de ciudades, de las cuales la más importande era Ratae, no sólo por sus edificios y murallas de piedra, sino también por su inminente cercanía a la costa sajona, al Este de la isla; por lo que no era de extrañar el pequeño ejército britón que habitaba la zona al mando de sir Sagramore (de quien se decía que era un demonio encarcelado por Merlín y obligado a servir al Rey).

Tampoco sorprendía ver reducidos grupos de hombres a pie, con hachas en mano, cabellos rubios y verstidos con pieles de lobo, oso o jabalí. Los cuales llevaban ganado, a veces, y prisioneros britones (en especial mujeres y niños) otras veces. Estos eran producto de incursiones nocturnas en los poblados adyacentes. El daño era mínimo y no ponía en peligro los tratados de paz entre Arturo y el rey de lso saxons, Cedric, además la mayoría de estos saxons huían ante las patrullas de hombres a caballode sir Sagramore.

El bardo y su compañero iban a pie, sus monturas eran llevadas de las riendas para que descansen mientras disfrutaban del amanecer y de una vejiga de vino (la última por cierto) cuando vieron a siete hombres de cabellera blonda dirigirse rumbo al Sur como si los estuviera persiguiendo unos de esos demonios d elos que hablaban los cristianos. No estaban equivocados...

La visión era sorprendente: sir Sagramore en su negro corcel, cota de cuero del mismo color, lanza en ristre a toda velocidad y al frente de una docena de hombres vestidos de igula manera y con el mismo escudo, una extraña cabeza gris de gigantes orejas y nariz desporporcionadamente grande y dos temibles colmillos, todo esto sobre un fondo carmesí que hacían juego con el color del cielo a esa hora. Pero nad ampresionaba más que el hombre al mando, porque su rostro era de ébano, pero no por pinturas o tatuajes: ¡esa era su piel!

-Había oido sobre estos africanos pero es la primera vez que veo uno- La voz del bardo trajo a Lugh de nuevo al mundo real.
-¿Africanos? alguna vez leí textos sobre esclavos de piel negra, pero en Oriente ¿qué hace este aquí?- El orcadiano seguía sin poder creer lo que veían sus ojos.
-Mi estimado compañero- Su tranquilidad al hablar era ya conocida por el hombre del Norte, Parvissimus daría una lección- Estos seres, númidas se llaman, se hallan en calidad de esclavos en muchas partes del Mare Nostrum; es evidente que este Sagramore llegó a la isla de la mano de los caballeros de Benoic, reino donde todavía s etiene contacto con lo que aún queda del Imperio, de ehcho apostaría la dotación de vino de un año a que es un desertor de las legiones- Esa mirada de saber que ha dado en el clavo todavía incomodaba a Lugh.
-¿Legionarios? ¿y cómo llegó este númida a una legión de romanos?
-Mi ad-latere; los italianos jamás se han destacado por ser buenos jinetes, era de esperar que reforzaran sus ejércitos con gente de sus otras provincias que sí sepan montar. Incluso han tenido germanos entre sus filas ¿de qué otra maneras crees que el legendario Julio César lograse conquistar Britania sin la valiosa ayuda de tropas galas?

La lección de historia se había tornado insoportable a los oídos de Lugh, sus preguntas sobre aquel demonio a caballo había sido contestada y no quería perderse el espectáculo que estaba por ocurrir.

La matanza fue rápida, los hombres de Sagramore pasaron por encima de los sajones segando sus vidas como se sega el trigo en temporada de cosecha.

Los dos viajeros montaron sus caballos y se acercaron a los victoriosos britones, quienes se disponían a saquear a sus víctimas. Fue el moreno mismo quien se encargó de interceptar a los extraños que se acercaban, su trato era amable y cortés, su relación con Arturo y la Tabla Redonda jamás estuvo en duda. Incluso les ofreció parte del botín, lo cual no era mucho, algunos torcs de oro y un par de hachas de guerra; Parvissimus se conformó con formar parte de los festejos de esa noche y llenar sus provisiones de buen vino. La noticia de que sólo tenían cerveza sajona no los desanimó.

-¡Bebamos cerveza entonces!- Lugh permaneció en silencio, era demasiado joven para formar parte de estas conversaciones.

...

Tras las oracones de la mañana y el desayuno, el padre falco y sus hombres abandonaron la pequeña abadía de Londinium con rumbo al Oeste, con rumbo a Camelot. Iban montados sobre lso caballos comprados el día anterior, los cuales habían sido pagados con oro de la Santa Sede, una verdadera fortuna era la que había privado a Londinium de los mejores animales de la ciudad. Tantos viajes y tantos recados; tanta burocracia... Cayo Falco no se había levantado de buen humor, lo que ya era costumbre en el, el ritmo de viaje impuesto durante esa jornada hizo que sus acompañantes lo notaran.

...

La cerveza sajona era buena, realmente excelente, las narices coloradas y el arrastre de algunas consonantes al hablar ya abundaban esa noche en el viejo fuerte romano utilizado por los hombres de Sagramore a las afueras de Ratae.

No era tan mala la situación, quinientos hombres a caballo bajo el mando del caballero de Ébano aquí y otros tanto en londinium al cuidado de sir Miles mantenían la paz con los sajones a lo largo de toda la frontera, era evidente que la guerra ganada hace ya trece años había initmidado por sobremanera al belicoso pueblo proveniente dle continente y, salvo escaramuzas como las vistas ese día, la relación era buena, pués los rubios del Este temían la ira del Pendragón de Britania, a quien el negro comandante llamaba respetuosamente con el título de IMPERATOR.

En un momento de la noche la conversación desbordó sobre le extraño poblado dibujantes de cosechas. Vivían junto a la frontera pero nunca recibían incurciones bárbaras, pues los sajones temían los enormes signos de extraña simetría que habían sido hecho en sus propios campos de cultivos mediante la quema de preestablecida de determinadas áreas.

-¡Dios lo hizo!- El hombre de negras brabas que hablaba apenas si gesticulaba adecuadamente- ¡El lo hizo! dejó su marca cuando bajó a visitarlos en su barco de fuego, las marcas quedaron ahí para poder encontrarlos y llevárselos antes del fin-

Parvissimus miró directamente a Lugh y ambos se encogieron de hombros, todavía había bebida y esto era una conversación de borrachos, sin embargo la decisión de ir a conocer aquella villa ya estaba implícita en la sonrisa que esbozó el bardo.

La despedida por la mañana fue cálida, los dos compañeros emprendieron el viaje con dirección al Este. Llegado el mediodía una enorme columna de humo se divisó enfrente de su camino, cuya base se perdía en una pequeña loma, ambos pusieron espuelas y hasta allí se dirigeron, pero entre los largos pastos divisaron un cuerpo.

-Revíselo joven Lugh, yo seguiré camino y luego me alcanza-

Era raro para el orcadiano ori hablar así a Parvissimus, normalmente era él quien se internaba en el peligro y el bardo quien luego lo alcanzaba, pero raramente se equivocaba, por lo que le hizo caso y desmontó casi a la carrera mientras el polvo levantado por la carrera de su compañero ya empezaba a amainar.

El hombre se hallaba tirado en el suelo boca a bajo, sus vestiduras eran nobles y llevaba espuelas en los talones, un colgante de oro con la formaq de un dragón en su oreja izquierda disipó cualquier duda, se trataba de un hombre de la Tabla Redonda.

Al agacharse se percató de que aún respiraba y fue a buscar sus enseres médicos a su caballo, en ese momento recordó que Parvissimus no tenía tales cosas encima, "realmente este hombre está en todos los detalles" pensó Lugh mientras volteaba al caballero para darle agua de beber.

-Hay que... detenerlos... matarán a todos- Su voz se estaba llendo junto con su vida, le quedaba poco tiempo.
-¿Quién eres?-
-Soy sir Dinadan... de la... mesa...- esto no conducía a nada.
-¡Redonda! ya lo sé ¿quién hizo esto? ¿cuántos eran?-
-Veinte hombres... hombres... excelentes... luchadores-
-Tranquilo, respira profundo- el orcadiano buscaba la herida mortal mientras atendía las demás con un ungüento que solía llevar consigo.
-Hombres de... Dios... Traición... Rey- Dinadan se desmayó pero seguía con vida, realmente era muy fuerte, había recibido tajos en todo el cuerpo, y una diminuta hoja de dos filos como la usada por las legiones le hirió en todo su largo por debajo de su hombro derecho en dirección ascendente, tenía orificio de salida y parecía no haber dañado seriamente el pulmón, pero la herida era grave y moriría si no era atendido pronto.

El orcadiano rompió su lanza en dos y con su capa armó un camastro para arrastrar a Dinadan con su caballo, Ratae no estaba lejos, y con un poco d esuerte los hombres de Sagramore ya habían divisado el humo y se dirigían hacía aquí, pero no podía abandonar a Parvissimus así que envió a su caballo solo, con Dinadan a rastras deseando que sea encontrado pronto y partió corriendo haci asu amigo que podría encontrarse en serias dificultades.

...

No hubo resistencia, todos cayeron ante las espadas de los mudos de Dios sinsiquiera pedir clemencia, hombres, mujeres y niños por igual ahora se quemaban en la gran hogera que ardía frente a él. Todo se había ido de las manos del padre Falco la noche anterior, cuando sin que lo pudiera advertir sus acompañantes atacaron al guía que les había asignado el Pendragón, el pobre sir Dinadan había sido una gran compañia para quien llevaba viajando semanas sin entablar conversación alguna. No sólo hablaba latín, sino que también cantaba y tocaba su pequeña arpa de manera excepcional, y de repente lo atacaron por detrás sin siquiera darle oportunidad de defenderse, y una vez en el suelo recibió tajos a diestra y siniestra, dejándolo en la llanura para que sirva de alimento a los lobos.

El fuego detrás de el, en las chozas y el de las plantaciones transformaron el lugar en el mismísimo infierno, pero eran los cuerpos quemándose frente suyo lo que le decía que ya no podría volver a los brazos del Señor, el mismo que lo había mandado hasta allí. Los hombres de negro desaparecieron sin dejar rastro, realmente eran el arma de Dios, sólo el, Cayo Falco Fortunato, era un humano, un elegido para servir a Dios condenándose al infierno mismo, el poder en Roma dijo que sería perdonado, pero Falco sabía que dios no podía perdonar esto, sólo el hombre hacía tales cosas, el dios del amor no quería esto, y nadie que hable en su nombre realmente podía tramar esto. La cruz de oro que colgaba de su cuello pesaba demasiado, el padre se la arrancó, rompió sus vestiduras y las hechó al fuego. La cruz seguía en su mano, una lágrima rodó por su mejilla y cayó de rodillas, de repente los cacos de un caballo se acercaron a el.

-¿Qué fue lo qu sucedio aquí?- Parvissimus ambrosius no podía creer lo que veían sus ojos, tanta destrucción y tanta muerte quebraban su voz pero volvió a preguntar a la delgada figura que se encontraba frente a el.
-¿Qué pasó aquí?

Lentamente le padre Falco se levantó cuan largo era y, dejando caer la aura cruz comenzó a cmainar hacia el norte no sin antes decirle a su interrogador las dos úlitmas palabras que pronunciaría en latín.

-Fue Dios.

Aquí termina la historia de
Cayo Falco Fortunato,
el pueblo de dibujantes
y la misión del Santo Padre

3/11/08

Sobre Sir Lugh: Lady Erzebeth y la maldición de Bedegraine

"El rey Arturo gobernaba con justicia la isla de Britania, en cada poblado un Señor mantenía la ley de Camelot vigente y rendía cuenta directamente al Pendragón. Pero en algunos casos estos Señores abusaban de su poder, y sus vasallos elevaban sus quejas al soberano, quien mandaba sus tropas a poner orden, transmutando al tirano por alguien de la extrema confianza del Rey. A veces el miedo callaba a los pobladores y la oscuridad en un pequeño punto de Britania pasaba inadvertida en Camelot. A un lugar de estas características a llegado sir Roderik en busca de Lugh, y quizá no salga vivo de el."


Hace ya tres meses que sir Roderik cabalga por la Isla en busca de quien salvó su vida en la gran batalla de Ierna (irlanda), contra los fomorianos. Por sus hechos de armas de ese día los jóvenes caballeros habían sido invitados por el mismísimo sir Gawain a formar parte de la fiesta que conmemoraría dicha contienda al cumplirse un año de la misma, por lo que le quedaban menos de nueve meses para hallar a sir Lugh de las Orcadas, quien había partido sin recibir notici alguna.

Este tiempo de viaje en solitario había sido muy tranquilo, sin inconvenientes más importantes que algún desafío para justar por parte de caballeros de escasos recursos, los cuales fueron vencidos uno tras otro por el joven nacido en Londiniun, lo cual le había hecho ganar el favor de no pocas señoritas, campesinas en su mayoría, pero ninguna que sobresaliera en belleza.

Ya se acercaba la hora de la cena cuando roderik llegó al pequeño reino de bedegraine, situado en la costa Oeste de Britania, al norte de lo que hoy en día llamamos Wales. Era un lugar extraño, sin fortificaciónes de ningún tipo, donde un único edificio de piedra dominaba el villerío desde la colina Este. El poblado parecía subsistir de la pesca, aunque no se veían torres de vigilancia en el puerto; a pesar de que su costa se encontraba frente a tierras irlandesas y, lo suficientemente al Norte, como para temer desembarcos de partidas bárbaras (picts, anglos, saxons).

Al pasar Roderik en su caballo sentía el ruido de portazos y ojos que se clavaban en su humanidad desde ventanas oscuras, definitivamente no era bienvenido. Eso no le importó, pués de todas maneras se dirigía a la fortaleza de la colina.

Se posó frente al inmenso portón con la noche ya sobre sus espaldas, fue recibido con cortesía aunque de manera fría. Pero esto no melló en su juvenil ánimo, sólo quería una buena comida, un lugar caliente para dormir y forraje para su caballo. En la sala no había muchos sirvientes, y los pocos que había eran hombres mayores, de los cuales ninguno le dirigía la palabra, de hecho, ni siquiera la mirada; sólo servían la cena y se iban hacia quien sabe donde.

La mesa era una gran tabla rectangular hecha de roble en cuya cabeza se situaba lady Erzebeth (Isabel, en cristiano), quien al parecer era quien gobernaba estas tierras ante la ausencia de su padre Lord Ferencne; quien había fallecido hace ventitrés años en la gran batalla de Baedum, donde Arturo finalmente derrotó a la coalición bárbara de picts, saxons y anglos que había invadido la Isla tras la muerte del rey Uther.

En este punto fue que Roderik empezó a notar algo raro ¿Cómo podía ser hija de un hombre muerto hace ventitrés años una persona que no aparentaba más de veinte? Lady Erzebeth tenía secretos de belleza que la misma reina Gwenyvar codiciaría.

Tras una cena austera, la joven se levantó y marchó hacia sus aposentos dejando a los comensales que siguieran con lo suyo, pero recordándoles que en cuanto se acostaran no se les tenía permitido deambular por la propiedad. A su partida, Erzebeth fue seguida por quien era su concejera, una mujer de unos ochenta años de espaldas dobladas y balncos cabellos atados en una enorme trenza: Darvulia era su nombre, de quién se decía, era una poderosa hechicera.

Todos estos datos fueron conseguidos por roderik tras la partida de la dueña de aquel lugar, pues la curiosidad que despertaba la dama para él era muy grande. Claro que para ello tuvo que preguntar una y otra vez, incluso desembolsar algode dinero a los comensales de aquella noche. La mayoría de ellos eran comerciantes, seguramente dueños de las naves pesqueras; ninguno vivía en la casa, pero esta no era una noche propicia para andar afuera, y mucho menos para reposar en los barcos. Pues era luna nueva y lo mejor era encerrarse en un lugar seguro y no salir hasta que despuntare el alba.

Al parecer lady Erzebeth se había casado tras la muerte de su padre a los catorce años, pero enviudó al año siguiente, la misma suerte habían corrido sus otros tres matrimonios a los dieciseis, veinte y veinticinco años, por lo que siguió gobernando en soledad, siendo rehusada por otros caballeros a causa de su "mala suerte". El rey Arturo la consideraba buena gobernante, pues siempre pagaba sus impuestos y jamás recibía problemas desde Bedegraine, por lo que había accedido al concejo de la Reina de dejarla manejar sus tierras sin la ayuda de algún caballero.

El joven Caballero de Londinium no podía creer que la bella dama que había estado comiendo con el tuviera ya treinta y siete veranos, después de todo su hermosa piel blanca y tersa no dejaba entrever ninguna arruga, su vocesita era la de una niña apenas salida de la pubertad, sus delicadas manos se movían con la dulzura de quien, en su inocencia, toca todo por primera vez y sus enormes ojos negros carecían de la profundidad de quien ha vivido tres décadas, sin olvidar la falta total de canas en su sedoso cabello de ébano; realmente Erzebeth era un gran enigma, un enigma fascinante y perfecto por si solo,

Sir Roderik fue conducido a sus aposentos por dos guardias vestidos con ropas de cuero, armados sólo con viejas pila romanas, siendo estas las únicas armas vistas esa noche. Una vez dentro de su habítación, el Caballero se encontró con una pequeña cama, una silla de madera y una mesita del mismo material sobre la cual se encontraban: un espejo, una jarra de agua y un cuenco, una diminuta ventana lo comunicaba con el Oeste, por lo que tenía una panorámica visión del pueblo y su costa, que a estas horas se hallaba en un estado fantasmagórico.

A pesar de contar con un sueño pesado, esa noche, el joven tardó en encontrarse con morfeo, que al llegar fue interrumpido por un lastimero grito de mujer. su primer pensamiento fue en la princesa, por lo que se levantó y vistió como pudo, tomando su espada y dejando su camisa de malla y yelmo se dirigió hacia la puerta encontrándola cerrada por fuera. Esto no lo detuvo y de una fuerte patada se vió libre. al salir, lo esperaban los dos guardias, quienes lo atacaron simultáneamente, no le resultó difícil a Roderik esquivar ambas pila y cercenar en el mismo movimiento la cabeza del atacante ubicado a su izquierda, al ver que sería el próximo, el otro hombre, soltó su arma y pidió clemencia, el joven Caballero apoyó la punta de su espada en el cuello del guardia y le dijo:

-Sólo salvareis vuestra vida, villano, si decís qué habeis hecho con lady Erzebeth ¿dónde está?
-No puedo deciros eso Sir, me matarán- respondió el hombre de rodillas. El miedo en su voz era evidente, definitivamente prefería el frío metal a decir que habían hecho con la señora de esas tierras.
-¡Entonces morirás aquí!- al precionar con su espada el villano cedió,
-En... el sótano... por aquel pasillo hay una escalera... ¡por favor no me mate!- pero Roderik ya sufría dela locura del fulgor de la batalla, y el hecho de que el hombre supiera el paradero de la dama lo incriminaba directamente.
-Tu eres responsable de lo que le pasa a tu Señora, por tal villanía morirás- sin otra palabra cortó su cuello y se dirigió hacia las escaleras que le habían señalado.

Evidentemente los guardias se habían levantado en armas contra el dominio ejercido por una mujer después de tantos años, seguramente financiados por quienes se encontraban durmiendo tranquilamente en sus aposentos, si algo hubiera de pasarle a Erzebeth, pensó Roderik, arreglaría cuentas con ellos esa misma noche.

Inmerso en sus conjeturas, un pilum atravesó su muslo izquierdo mientras doblaba en un recodo de la escalera que conducía al sótano. esa falta de atención le pudo haber costado la vida, con furia clavó su espada de manera horizontal en la garganta de su atacante, quien cayó rodando escaleras abajo llevando la espada de Roderik con el. El joven sacó la lanza de su pierna y la vendó como pudo con un jirón de sus vestiduras (la manga de su brazo derecho) y tomando el arma de su adversario fallecido siguió su camino descendente.

Al llegar abajo encontro el cadáver y tomó su espada del todavía sangrante cuello con su mano izquierda. El lugar era desolador, una sala de tortura con todos los macabros juguetes que se puedan imaginar y, en el centro, una tina de baño de la cual sólo se veía que salía un brazo pálido como la luna, un goteo caía desde arriba, quizá la habían ahogado, imaginó el Caballero, quizá todavía podía salvarla. ¡Erzebeth! Su nombre le dió fuerzas para acercarse al cuerpo que parecía yacer sin vida y del cual se sentía hechizado... Un guardia salió de entre las sombras para evitárselo, el pilum volo de la mano de Roderik para insertarse en el corazón del atacante deteniendo su carrera al instante. Otro guardia que también salió de la oscuridad recibió un terrible tajo de manera horizontal que rebanó su cabeza a la altura de los ojos. Si había más hombres al rededor, no saldrían, el joven Caballero había demsotrado ser mucho para todos ellos.

Tomó a la dama entre sus brazos y notó que, aunque ne estado de shock, aún respiraba. Pero también se percató de otra cosa, algo que erizó los pelos de su nuca, que lo dejó sin respiración. En la bañera no había agua, había sangre... ¡estaba llena de sangre! La luz era tenue, por lo que no distinguía su carmesí tinte, pero era un líquido más espeso que el agua y su olor resultaba inconfundible, instintivamente sacó a Erzebeth de aquel baño de sangre y comenzo a buscar la herida que produjo semejante desangrado, las esperanzas de salvarla se desvanecían, la pérdida había sido tremenda. Nada... nada... y el goteo era insoportable... el goteo...

Roderik puso la mano justo debajo de las gotas que caian una detrás de otra sobre la bañera y, al recibir una de ellas se la llevó a la nariz. Soltó a la moribunda y miró hacia arriba; un sarcófago de hierro suspendido del techo era la fuente de tanta sangre, era su origen y no Erzebeth... jamás tendría que haberle dado la espalda...

...

El golpe fue con el pomo de su propia espada en la cabeza, no sabe cuanto tiempo pero si que perdió en conocimiento. Al despertar dos hombres lo tenían tomado por los brazos mientras Erzebeth lo miraba con una sonrisa diabólica y los ojos inyectados en sangre. Sangre que pronto obtendría al usar la temible falcata ibera que tenía en su mano izquierda, a su lado, Darvulia la hechicera, le hablaba:

-Mátalo, no puede salir de aquí con vida, ya sabe lo que haces aquí- su tono era pausado pero autoritario.
-Ya lo sé, sólo pienso en donde hacer el tajo, quiero aporvechar su sangre noble al máximo- Iba vestida de blanco, su pelo recogido a la espalda aún chorreaba sangre.
-La sangre es la vida ¿sabeís?- dirigiéndose a roderik- eh descubirto que un baño de sangre d euna doncella virgen cada luna nueva me mantendrá bella para siempre- ya no le parecía al londinense tan bella- te advertí que no deambularas, ahora tendré que quitarte la vida.

Antes de asestar el golpe, el Caballero interpuso con una fuerza descomunal a uno de sus captores, resultando este la vícitma de la falcata de Erzebeth. El otro guardia lo soltó y huyó hacia las escaleras, sabía que sería el próximo.

Sir Roderik tomó el arma de la doncella justo antes que esta le cortara la cabeza, y con un golpe de puño la dejó tendida en el suelo. La bruja Darvulia, espada en mano, quizó ayudar a su ama pero sólo encontró la muerte en manos del hombre del Sur.

Veinte guardias armados con sus pila aparecieron por la escalera en ese momento, al vre al caballero espada en mano y con la cabeza de la hechirea a sus pies, tiraron sus armas y se hincaron de rodillas. Era e miedo a Darvulia lo que mantenía el silencio de los horrores que ocurrían en Bedegraine, muerta esta se volvió a respirar libertad en la zona.

En cuanto a lady Erzebeth, fue condenada a vivir encerrada en lo alto de la torre, su habitación fue tapiada, dejando sólo un abertura por por la cual sir Astor, antiguo Caballero ya retirado, se comprometió a alimentar al bello monstruo que allí residía. El mismo Astor se encargaría de la villa, enviando al Rey noticias de la muerte de su antigua gobernante. Pues se había llegado a la conclusión de no ventilar jamás lo sucedido durante más de veinte años en este lugar, para evitar imitadores en regiones vecinas.

Sir roderik se alejó la quinta mañana después de aquella fatídica noche, su búsqueda aún no había terminado y el invierno que lo acechaba retrasaría todavía más el largo camino que aún le tocaba recorrer. Aunque jamás olvidó a Erzebeth, ese nombre nunca salió de su boca hasta el día de su muerte.

Aquí termina el cuento de
lady Erzebeth y la
maldición de Bedegraine

14/9/08

Sobre sir Lugh: Sir Lugh, Parvisimus Ambrosius y la justa contra el Caballero Negro

"Existen dos tipos de Caballeros: aquellos que se embriagan antes de cada batalla (para combatir sin miedo) y también están los que beben en tiempos de paz. Esta es la historia de uno de estos últimos"

La taberna es sucia, oscura, el no conoce a nadie, sólo se dedica a beber una cerveza que no podría saber peor. Está inmerso en sus pensamientos, en su vida durante los últimos meses, los cuales han sido muy raros ¡por Dios! El último año y medio ha sido raro.

Pensó que haber sido nombrado Caballero fue lo mejor que le pudiera pasar a un hombre de su humilde ascendencia, una persona adiestrada por el mismísimo sir Lamorak, diez años mayor que él y de quien se considera que sólo encuentra igual en otros dos hombres de la Tierra: sir Tristán y el legendario sir Lancelot. La posición de tan ilustre entrenador como paladín de la reina Morwuase (hermana del rey Arturo) ayudó a que el joven Lugh viviera en la corte, donde hubiese estado sin sobresaltos de no haber posado sus ojos sobre la doncella Blaisine, una dama tan bella que al sólo verla se sentía uno en el otro mundo, en la tierra de las hadas.

Pero claro, el amor de una doncella no se obtiene de la misma manera que la victoria en el campo de batalla, ya que en una contienda no existen demasiados misterios y, en cambio, cada mujer presenta la más grande de las incógnitas, por si fuera poco, esta varía con cada fémina.

Al ritmo de las horas, las cervezas pasaban una detrás de otra. Muchos hombres de la taberna partían totalmente ebrios hacia quién sabe donde y el resto (si es posible, mas borrachos aún) buscaban cualquier motivo para agarrarse a puñetazos o, en el peor de los casos, para batirse en duelo de espadas.

Era en tal descontrol que sir Lugh permanecía en su mesa, taciturno, la mirada perdida y con un jarrón de cerveza que , a pesar de ser llenado constantemente, permanecía vacío.

Quizá fue el alcohol lo que provocó que el joven se sorprendiera al oír tan cerca de él las palabras "¿puedo acompañarlo en su etílico pasatiempo?"

El orcadiano se tomó su tiempo para observar al hombre parado delante de él; quien lo superaba en, al menos, media cabeza (lo cual no era mucho), de tez morena, cejas pobladas y nariz prominente. Su voz era dura pero cálida y sus ropas parecían humildes, pero al mirarlas con detenimiento uno se daban cuenta que eran prendas de gran calidad que cargaban a cuestas interminables viajes por los lugares más diversos y los climas más inhóspitos.

-No suelo beber con desconocidos- fue la respuesta del joven, quien permaneció sentado y apuró su jarrón de cerveza.
-Déjeme invitarle la próxima, mi tozudo Caballero- insistió el hombre sentándose frente al orcadiano al tiempo que tiraba unas monedas de oro sobre la mesa.

La oferta era muy atractiva, ya que hacía horas que Lugh se había quedado sin dinero y su deuda con la taberna se había vuelto impagable.

-Mi nombre es Lugh, y no soy de por aquí, espero sepa disculpar mi falta de cortesía-
-Destierre tales ideas de su cabeza, joven amigo mio- el tono de su voz era igualmente condescendiente- Puede llamarme Parvísimus Ambrosius-
-El nombre debe ser una broma- repuso sorprendido el orcadiano.
-¡Oh! veo que no eres un ignorante- fue la respuesta de Parvísimus.

Las horas pasaron y el sol encontró a los dos personajes todavía hablando y bebiendo. Parvísimus Ambrosius resultó ser un bardo muy famoso en Iberia Septentrional, quien había huido de la persecución del Imperio. el bardo se mostró muy interesado en las pocas aventuras del joven Lugh y le propuso cantarlas. Qué raro que es el alcohol, ¡y más raro aún es su efecto sobre la gente! Poco tiempo hacía que estos hombres se conocían y, tras unas cuantas jarras, su trato era tal que quien se tomara un instante para observarlos no imaginaría jamás que estaban unidos tan sólo por un momento de libación.

Viendo el sol en lo alto Lugh se dispuso a partir, pero Parvísimus le instó a quedarse unas horas más y a acompañarlo en su viaje después del almuerzo que él mismo invitaría.

Así, tras una cuantiosa comida, partieron los dos hombres por un sendero que era engullido por un espeso bosque y que se dirigía hacia el Este.

La cabalgata duró unos cuantos días. A pesar de los peligros del bosque, sir Lugh se sentía seguro, el bardo a su lado inspiraba mucho más que un simple compañero de tragos. El joven se había percatado de que su ad-latere ocultaba su verdadera naturaleza y que debajo de esa máscara de humildad había una grandeza propia de los más renombrados Caballeros.

En la quinta jornada de viaje los compañeros se encontraron con un claro iluminado por el sol que ese día estaba más fulgente que nunca, representando un lugar de descanso ideal, sólo que no se encontraba ausente.

En un extremo, un hombre de negra armadura se preparaba para justar contra el hombre apostado en su opuesto, cuyo escudo de armas divisaba un rayo sostenido por una mano blanca. A lo lejos, una dama de cabellos oscuros y tez llamativamente blanca, lloraba desconsoladamente.

Parvisimus no dudó en acercarse a consolar a la mujer, al tiempo que sir Lugh observaba atentamente como los contendientes rompían tres lanzas una tras otra. Fue en la cuarta que el hombre con el rayo en su escudo cayó por tierra. Una vez en el suelo tomó su espada e intentó enfrentar al caballero negro de a pie quien no dudó en aprovechar su ventaja para divertirse con el hombre antes de dar el golpe final.

El joven orcadiano no pudo soportar tal espectáculo e intervino (tal era su costumbre) en pos del hombre que se encontraba en desventaja.

-¡No deberias aprovecharte de un hombre en tremenda desventaja!
-¿Pués que quieres si el hombre no se rinde?- respondió el caballero negro mientras golpeaba con su maza a su rival en el ya magullado escudo.
-Juré vengar el honor de mi hermana a costa de mi vida si es necesario- Gritó el ya vencido Caballero señalando a la joven que, un poco más calmada, seguía llorando en los hombros del bardo,
-Pués si este hombre ha deshonrado a la señorita, yo tomaré el lugar del retador, si se me permite- Exclamó Lugh ya indignado ante tanto deshonor que era refregado en sus narices, al mismo tiempo que ponía su lanza en posición.
-Para mi no hay ningún inconveniente- Dijo el Caballero Negro mientras de entre los árboles salía su escudero con una lanza de roble para su amo.

Ninguna palabra medió entre ambos contendiente, quienes comenzaron su carrera a gran velocidad. Eran varios los ítems en los cuales el orcadiano era aventajado por su adversario: su caballo estaba mejor alimentado, su armadura era más liviana, su lanza unos centímetros más larga y estaba definitivamente mejor alimentado. Pero sir Lugh tenía se su lado la ventaja de haber visto ya justar cuatro veces a su adversario y lo había medido con ojo clínico.

En plena cabalgata el hombrecillo del Norte se inclinó hace delante y con su oponente casi sobre el se movió un poco hacia su izquierda levantando apenas la lanza que impactó de lleno en el hombro derecho del Caballero Negro quién cayó del animal sin que su lanza hallará destino alguno.

Acercándose a su vencido, quien aún estaba de espaldas al suelo, sir Lugh se dirigió a él.

-Pasará un buen tiempo antes d eque vuelvas a empuñar arma alguna, así que es tu decisión si te rindes ante mí o si te doy muerte aquí mismo por tu villanía-

Sacándose el yelmo a duras penas el hombre vestido de negro respondió:

-Yo no soy quien ha mancillado el honor de esta señorita, sólo me he ofrecido a ocupar el lugar de quien es realmente responsable, soy su campeón.
-¿Y por qué hiciste tal cosa?
-Te contaré la historia: Resulta que el Caballero a quien has ayudado no es otro que sir Patrise, Caballero de la Tabla Redonda, el hombre a quien estoy reemplazando sintió mucho miedo de recibir su merecida represalia por haber mancillado el honor de la bella Elaine, ya que es sabido que aquel que se enfrenta con un Caballero del Rey lo hace con todos-
-Entiendo, ¿pero cuál es tu parte en todo esto?-Repuso Lugh sacándose el yelmo.
-Es muy sencillo, al igual que tú, soy un Caballero novato, como has notado, y al enterarme de la situación me ofrecí a enfrentarme a Patrice por una buena suma de dinero, así no sólo me haría de una buena suma...-
-... sino también del renombre por vencer a un Caballero de la Tabla Redonda- Culminó la frase Lugh.
-Plan más que sencillo- Dijo Parvisimus sumándose a la conversación.
-Pero no funcionó, ya que fuí derrotado- se lamentó el Caballero mientras era atendido por su obeso escudero.

La tarde se acercó y quienes hacía un rato habían justado se encontraban conversando muy amigablemente en el pabellón que tenía el Caballero Negro, quien se había presentado como sir Gokeron.

Sir Patrise era atendido por su hermana, sir Gokeron por su escudero y los dos compañeros atendían las reservas de un excelente vino, cortesía del derrotado Caballero Negro. La conversación era amena debido a la juventud de los caballeros y Lugh se había enterado de muchas cosas, por ejemplo que sir Patrise había sido nombrado caballero hacía apenas un año junto con su hermano mayor sir Mador, y que lo había hecho la mismísima reina Gwenyvar. Al oir esto, el joven imaginó la ceremonia y supuso que su amada Blaisine habría formado parte de la misma. Este fue el pensamiento que lo acompañó esa noche ya lejos del pabellón de Gokerón mientras viajaba junto a, su ya amigo, el bardo Parvisimus Ambrosius.

Habían dejado ya lejos las aventuras de aquel día cuando Lugh se percató de algo referente a su antiguo rival. El caso era que este comentó que su instructor no había podido nombrarlo Caballero como lo había hecho con su hermano, pues fue una de las bajas de la sangrienta batalla en tierras del Ulster que aconteció un año atrás, su nombre esa sir Miles. Eso sólo podía significar una cosa: Gokeron era el hermano de sir Roderik.

La sorprendente coincidencia fue lo último que cruzó por la mente del joven Lugh antes de dormirse bajo el sonido de una canción de bardo que lo acompañaba titulada El Caballero que bebe en tiempos de paz.

Aquí termina el cuento de sir Lugh, Parvisimus Ambrosius
y la justa contra el Caballero negro

12/9/08

Sobre Sir Lugh: sir Roderik y la batalla contra los fomorianos

"Cuenta la leyenda que alguna vez la isla de Hibernia (la actual Irlanda) estuvo poblada por seres brutales y poderosos, el pueblo de Fomore, liderado por el malvado Valor. Esta raza fue erradicada por los danaanos, una raza de luz y sabiduría que gobernó hasta la llegada de los humanos, quienes se instalaron en la isla sin que nada los amenazara. Pero los Fomorianos han regresado a reclamar lo suyo y esperaban al pueblo irlandés en las llanuras al norte dle Ulster. No hay forma de vencerlos, a menos que llegue ayuda del Este, la ayuda del Rey Arturo..."



Una mañana gris, el cielo cubierto por grises nubes era mudo testigo del movimiento de un campamento de miles de soldados esperando la gran batalla que se llevaría a cabo al despuntar el alba.

Sir Roderik llegó al lado de sir Mitrán, quien lo había instruido desde pequeño en las artes de la guerra, pero esta era su primer batalla y sabía muy bien que podía ser la última. El viejo maestro trataba de animarlo a menudo, pero Roderik seguía parco, sólo algo lo animaba; haberse alejado de su hermano Gokeron, quién aún no había sido nombrado Caballero, pero de quién se decía sería tan bueno como sir Gawain y que llegaría sin duda a la corte de Camelot.

Sir Mitran conocía los fantasmas que atormentaban al joven, por ello había adelantado su nombramiento y lo había traído con sus hombres a estas tierras del Oeste para que gane reconocimiento en batalla y adquiera confianza.

La faena no parecía fácil, la antigua raza de fomorianos que alguna vez había ocupado Hibernia estaba de regreso. El rey Finn McCumal pidió ayuda a Arturo, quien envió a sir Gawain con 20 caballeros de la Tabla Redonda al mando de un ejército de mil hombres, mandando además a los distintos reinos de Britania a que hiciesen lo mismo.

Así, sumados a los irlandeses se formó un ejército de 5000 hombres. Todo aquel que haya querido probar su valor se había enlistado y se hallaba a la espera de la batalla contra quienes se decía eran aún más feroces que Picts, Saxons, Anglos o cualquier otra raza conocida.

El campamento ocupaba una gran llanura y en su centro se hallaban las tiendas de los oficiales planeando la contienda, escuchando atentamente las directivas de Gawain, quien sería General en el campo de batalla, aún por sobre el rey Finn quien, debido a su avanzada edad no entraría en combate.

Lejos, en los perímetros, caballeros y soldados se reunían alrededor de enormes fogatas a beber vino y cerveza a más no poder, era sabido que muchos eran los hombres que entraban ebrios al combate para aplacar sus miedos y así luchar sin inhibiciones. El clima entre los hombres era bueno, el enemigo común los había unido.

Sir Mitran se había ido a las reuniones del centro del campamento, pero pidió a Roderik que cuide sus cosas y que no se impaciente ya que pronto lo presentaría con Gawain. El joven obedeció a regañadientes, una leyenda viviente se encontraba muy cerca de él y todavía no lo había visto. Por otro lado el alejamiento de su mentor le daba vía libre para acudir a las reuniones alrededor del fuego y a las rondas de cerveza y, con suerte, vino.

Parecía estar todo el mundo, compañeros de viejas batallas y antiguos enemigos, todos formando parte del grupo militar más poderoso que se recuerde en aquella época. Una vejiga de vino que pasaba de mano en mano fue a caer en poder de Roderik, quien dio un largo sorbo que produjo aplausos por parte de quienes lo rodeaban. Al pasar la vejiga a otras manos el joven divisó a lo lejos una figura solitaria.

Estaba parado junto a su caballo con la mirada fija hacia el Sudeste, por alguna razón el único rayo de luna que se escapó de la barrera casi infranqueable formada por las nubes le había iluminado, permitiendo que llamara la atención definitiva de sir Roderik.

-¿Quién es aquel?- preguntó el joven caballero a un hombre tuerto y con la nariz ya roja por el alcohol.
-¿Ese? es un orcadiano solitario, dicen que fue hecho Caballero hace como un año por la hermana del rey Arturo, Morwuase. Yo no me acercaría a él; no habla con nadie, sólo vino a luchar, tras la batalla se irá como vino, en silencio-

Al oir esto aumentó la curiosidad de Roderik y volvió a preguntar.

-¿Tú lo has visto pelear?¿es bueno?¿crees que saldrá con vida?-

El hombre tuerto se volvió hacia el joven que lo interrogaba y decidió sacarlo de apuros como muestra a su demostración etílica de hacía unos minutos, cosas que suceden entre ebrios.

-¿Ves aquel hombre sin su antebrazo izquierdo? Hace seis meses se había apostado en un puente en los lindes de Cobernic, donde se dedicaba a cobrar tributo a quienes quisieran cruzarlo, sólo había dos formas de hacerlo: pagando o venciéndolo en singular justa. Lo cual no era algo fácil ya que era un gran guerrero y muchos eran los que ya habían caído bajo el filo de su espada. Pero el joven orcadiano lo desafió y lo derribó en el primer choque, una vez en el suelo y con espadas en mano le amputó la mano de un solo golpe. Ahora el camino está libre.

La breve historia fascinó a Roderik, quien se levantó y abandonó la reunión en pos de aquella figura solitaria.

-¿No te gustan las multitudes, eh?

Parecía que el orcadiano no había oido al joven Caballero, seguía con su vista fija hacia el Sudoeste.

-No quiero estar ebrio mañana, necesitaré todos mis sentidos alertas-

Por un instante los dos jóvenes quedaron cara a cara, parecía que Roderik era mucho mayor a pesar de tener ambos la misma edad.

-Yo soy Sir Roderik, nacido en Londinium pero criado en tierras de Caledonia, la mano derecha de Sir Mitran quien es amigo de Sir Gawain-

-Soy Lugh, Caballero andante, presto mis servicios a cambio de víveres y hospedaje, pero no tengo tierra-

-Escuché que eras orcadiano-

-Nací en las Orcadas, pero ha pasado año y medio desde que abandoné aquellas tierras, hice la promesa de no radicarme en ninguna tierra que no sea la corte de Camelot, y que sólo serviré al rey Arturo.

-Pués ese también es mi sueño, así que seguramente nos veremos y pelearemos codo a codo por el honor de la Tabla Redonda-

-Si sigues bebiendo no pasarás de mañana, hazme caso y vete a dormir-

-Sólo lo haré si prometes luchar mañana a mi lado-

-Pués mi caballo y yo estaremos a tu lado-

Ese fue el final de la conversación, cada uno partió para su lado, Roderik comprendió hacia dónde miraba Lugh ya que al sudeste de ahí se hallaba Camelot.

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Con la primera luz el ejército ya estaba listo, Mitran y sus hombres estarían en el grupo de reserva, y atacaría en una segunda carga, lo que alejaría a sir Roderik de los hombres de la Tabla Redonda quienes se hallaban en la primera línea de caballería; pero no era lo único malo, sir Lugh no había aparecido. De pronto un pequeño interrumpió su concentración.

-Traigo un mensaje para usted-
-Pues dilo, ¿qué esperas?- El niño pensó un momento y haciéndose el serio se expresó de la siguente manera.

-Lamento no cumplir con mi promesa, me ha tocado el ala derecha de la primer carga, espero encontrarte vivo al final del día- El muchacho tomo un para de monedas y se marchó corriendo.

Las fuerzas de reserva estaban ansiosas, veían la batalla esperando la señal. Por lo que se podía ver los fomorianos eran guerreros formidables.

La primera carga de caballos no parecía haber causado grandes estragos, la ayuda de la infantería irlandesa niveló un poco la contienda cuando los enemigos del Oeste parecían tomar ventaja. El estruendoso ruido del metal y los gritos llegaban a oídos de Roderik, que ya estaba ansioso esperando la orden de atacar. De repente sonó un cuerno desde su derecha, era la orden.

Sólo quien cabalgue a toda velocidad con una lanza en mano y un escudo en lo otra en curso directo de colisión contra otra persona podrá comprender la adrenalina que se siente, el poder de acabar con el mundo en una mano, el viento en la cara, no hay nada mejor, ni nada que interrumpa ese sentimiento, al menos hasta que se llega la otro extremo.

En este caso un enorme fomoreano de unos dos metros y ciento veinte kilos de músculo era el "otro extremo"; la lanza se clavó en su escudo y lo traspasó clavándose a través de su cota de malla en el cuerpo del enemigo; recuperarla era imposible, así que sir Roderik desenvainó su espada y comenzó a dar mandobles a diestra y siniestra sobre tremendos enemigos y pronto se vio cubierto de sangre, tanta que no veía absolutamente nada.

Los enormes seres resultaron ser formidables luchadores, muchos seguía revoleando sus gigantescas hachas a pesar de las heridas y las mutilaciones recibidas por parte de la caballería brito-irlandesa. Fue un ser gigantesco el que, con un golpe de su brazo, derribó el caballo de Mitrán; por suerte para él, Roderik se hallaba cerca para sacarle la cabeza al hombre del Oeste de un solo tajo salvando así la vida de su mentor. Esto no fue lo único que Roderik hizo por su mentor, sino que también le cedió su caballo para que este no peleara a pie, dejando para sí esa tarea tan deshonrosa. Desde abajo la batalla era totalmente distinta, pues se dice que un hombre a caballo vale en combate lo que seis a pie, y desprovisto de esa ventaja el joven Caballero s evió en problemas sin saber de donde vendría el próximo golpe.

De golpe un sacudón en la base del yelmo lo tiró al suelo, nunca supo que fue lo qu ele pegó, ni siquiera cómo es que no había muerto.

Con el tiempo Roderik sólo recordaría el instante en el suelo, no cuanto tiempo duró, sino el sentirse aturdido y sin reacción en su cuerpo; pero lo que nunca olvidaría sería el gusto a su propia sangre en la boca, sangre que lo estaba asfixiando dentro de su yelmo. Volvió en si cuando una enorme mano lo tomó por la cabeza y lo levantó sosteniéndolo en el aire tal como lo había alzado sin hacer el menor esfuerzo. El fomoriano estaba desprovisto de armas y una horrible herida le recorría la cara en diagonal de derecha a izquierda, sus ojos estaban inyectados en sangre y Roderik sólo podía leer en ellos una sola cosa: su propia muerte.

Quizá fue suerte o algún designio divino, pero con la batalla entrada en el caos del cuerpo a cuerpo sucedió lo imprevisible. La espada cortó el cráneo del gigante de manera longitudinal y el chorro de sangre ne se dejó esperar. Poco es lo que recuerda Roderik de qué es lo que sucedió, sólo que quien lo salvó fue su evasivo amigo de la noche anterior y un par de palabras sueltas: "nos están masacrando" "regresa pronto". Luego su mente lo llevaría al momento en que montado en el caballo de Lugh se dirigía a la zona de "enfermería", donde le lavaron la herida y lo vendaron a gran velocidad.

De su regreso poco hay que contar, sólo que la cabalgata fue rápida y con una espada recogida de uno de los cadáveres, ya que no quedaban lanzas. Al llegar encontró a sir Mitran rodeado por tres de los fomorianos y, aunque logró derribar a uno, no pudo evitar la muerte de su mentor. La ira que invadió a Roderik fue terrible, comenzó a revolear su espada para todos lados y en cada golpe segaba una vida, y aquel que no moría por la espada era pisoteado por el caballo que había recibido.

-Ya era hora- El grito del orcadiano trajo a Roderik en si.
-Aquí tienes tu caballo- Contesto el joven oriundo de Londinium.

El hombre del Norte montó en su animal y, tomando una lanza enemiga del suelo y tirando su ya rota espada, se dirigió abriendo camino hacia el centro de la batalla, aprovechando el sendero de destrucción que dejaba a su paso sir Roderik le seguía a pie.

Entonces los jóvens caballeros pudieron ver luchar a los guerreros enviados por Arturo, los hombres de la Tabla Redonda; en especial a Gawain, enfundado en ropas blancas (que por cierto estaban bañadas en sangre) quien parecía derribar fomorianos con solo mirarlos desde su caballo. El nivel mostrado esa mañana por los Caballeros de Camelot fue inolvidable e inspirador, ya que los hechos de armas de ambos muchachos dieron mucho que hablar varios años después.

Pocos fueron los fomorianos que lograron escapar, pero el precio fue muy alto, sólo dos mil de los cinco millares que enfrentaron esa mañana a los gigantes del Oeste salieron con vida, y es que sólo dos mil ochocientos eran ellos (todos soldados de infantería), quienes murieron llevándose a, por lo menos, dos bravos guerreros brito-irlandeses cada uno.

Las horas pasaron entre el saqueo, el reparto del botín y el tiempo curando heridas, pero había llegado el momento de partir; instantes antes se había presentado sir Miler, Caballero de la Tabla redonda. La charla fue extensa y sustanciosa, el veterano guerrero había conocido muy bien al ya difunto sir Mitran. Antes de partir Miles le dijo a Roderik que el Rey prepararía un gran festejo con torneos de justa dentro de un año para conmemorar la gran batalla de ese día y afianzar la alianza con Hibernia, y le pidió que le avisara a su joven compañero.

Al despedir a Miles, Roderik se dio cuenta de que al terminar la batalla y con la búsqueda del cadáver de su mentor había perdido de vista totalmente a sir Lugh, entonces decidió buscarlo en el campamento. "No estaba herido" pensó, así que no está con los curanderos.

-¿Buscas al pequeño orcadiano? te dije que se iría bien terminada la batalla- Era la voz del tuerto de la noche anterior quien ya andaba con una jarra de cerveza en la mano.

-Su nombre es Lugh, hazlo saber a quienes cuentes sobre la batalla de hoy, y no olvides agregar que fue invitado dentro de n año a visitar Camelot junto conmigo por nuestros hechos de armas de hoy.
-¿Cuál es tu nombre joven Caballero?
-Soy sir roderik, ya oirás hablar de mi-

Aquí termina el cuento de sir Roderik y la batalla contra los fomorianos.






Sobre Sir Lugh: Introducción

Algunos dicen que pelo en cien batallas... ¡quinientas! sonará en alguna posada perdida, lo real es que sir Lugh se había hecho de cierta reputación.

Nacido en las islas Orcadas (al norte de Britania) no compartía los razgos típicos de sus compatriotas: hombres altos, corpulentos y de tez morena. Por el contrario hablamos de un caballero de estatura media, pelo claro y lacio y piel realmente blanca. Acostumbraba a usar la barba al estilo romano y el pelo de la misma manera, lo que contrastaba conel estilo celta adoptado en aquella época. su imagen era exclusiva responsabilidad de su madre, quien se había preocupado de criar a su hijo como a un auténtico ciudadano romano, tal como lo había sido su padre.

El pequeño orcadiano no comprendía el afán de su madre porporque se parezca al hombre que los había abandonado aún antes de su nacimiento, peor lo cierto era que se había acostumbrado asu imagen, además le gustaba verse distinto, por lo que adoptó tal imagen incluso una vez armado Caballero.

Caballero... un título obtenido gracias a su madre, quien era consejera de la hermana del mismísimo rey Arturo, Lady Morwuase: Reina de las Orcadas.

A los catorce años el joven Lugh abandonó sus estudios de teología y otras ciencias a cargo del viejo Abad Teobaldo, de quién se hablará en otra oportunidad, y comenzó su entrenamiento marcial para armarse Caballero. Tres años de duro entrenamiento transcurrieron para que pasara su Noche en Blanco, que es la noche previa a recibir su título. Grande fue la alegría que sintió al siguiente día cuando oyó a la Reina Morwuase decir:
- Levántate Sir Lugh-

No sólo por el logro personal, sino también por haber cumplido con los anhelos de su madre, quien lo miraba con lágrimas en los ojos levantarse como un hombre.

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Un año había transcurrido y el muchacho era muy feliz como caballerode la Corte de las Islas, donde se codeaba con gente realmente importante, entre ellos Sir Gareth, sobrino del Rey y hermano menor de Sir Gawain. Sin olvidar que su propio entrenamiento había estado regido por uno de los mejores Caballeros del mundo: Sir Lamorak. Todo fue bien, hasta que el destino quiso que posara sus ojos en la Doncella Blaisine, prima por parte de padre del ya mencionado Gawain. El amor nació entonces en su corazón y ya no pudo apartar jamás de su mente esos perfectos ojos verdes que adornaban un rostro sublime adornado por cabellos de oro. Pero no todo era color de rosa, a veces el amor corre en una sola dirección, como era en este caso, Blaisine ni siquiera se había percatado de la existencia del pequeño orcadiano.

Un buen día, Sir Ulfius, padre de Blaisine y hermano del ya fallecido Rey Loth, decidió mandar a su hija a la corte del rey Arturo para que sirva a Gwenevere, la Reina.Comprendiendo que una doncella de Camelot jamás posaría sus ojos en un Caballero bastardo, pobre y sin futuro, sir Lugh decidió ganar fama en solitario para acceder a la corte del Rey y algún día, quizá, poder ocupar un lugar entre los 150 Caballeros de la Tabla Redonda, lo mejores del mundo.

Así partió con dirección al Sur; no cargaba muchos víveres, sólo lo necesario para el camino y dinero para la barca que lo dejaría en la isla mayor de lo que era Britania, alguna vez tierra de Picts. El viaje era duro, el clima ingrato y el terreno áspero, pero nada lo detuvo una vez en camino. No había vuelta atrás, jamás volvería a las Orcadas, y por eso su andar era lento, ya que quería ver esa desolación de paisaje por última vez. La soledad lo abordó y el tiempo lo endureció, sir Lugh comenzaría a escribir su historia.

9/8/08

Presentación del Bardo Taliesin en la corte del Rey Arturo

Así se presentó el gran bardo en Caerleon-up-usk.

"El bardo principal soy para Elphin,
y mi país es la región de las estrellas del verano;
Idno y Heinin me llaman Merddin,
finalmente todo ser viviente me llamará Taliesin.

Yo estaba con mi Señor en la esfera más elevada,
en la caída de Lucifer en la profundidad del infierno;
he llevado la bandera frente a Alejandro;
conozco los nombres de las estrellas del Norte a el Sur.

Yo estaba en Canaan cuando Absalón fue asesinado,
estaba en la corte de Don antes del nacimiento de Gwydion;
estaba en el lugar de la crusificción del hijo de Dios,
he estado tres períodos en la prisión de ariandrod.

He estado en Asia con Noé en el Arca,
he visto la destrucción de Sodoma y Gomorra,
he estado en India cuando Roma fue construida,
y ahora vengo aquí para el vestigio de Troia.

He estado con mi Señor en el pesebre,
yo fortalecí a Moisés a través de las aguas del Jordán;
he estado en el firmamento con María Magdalena;
he obtenido el entendimiento del caldero de Ceridwen.

Estaré hasta el día final en la faz de la Tierra;
y no se sabe si mi cuerpo es carne o pescado,
pués estube durante 9 meses
en la barriga de la bruja Ceridwen;
yo era originariamente el joven Gwion,
pero ahora soy Taliesin
"


Un poco del Mito del grial

Aquí algunos extractos en donde se nombra la sagrado Grial, o bien el caldero mágico celta antepasado de este mito.

El caldero


"¿No soy candidato para la fama,
para ser oído en una canción en Caer Pedryvan,
girando 4 veces?
¿Cuándo habló por primera vez el caldero?
Con el aliento de 9 doncellas era gentilmente calentado.
¿No es el caldero el jefe de Annwn?¿cuál de su forma?
Un borde d eperlas hay en su extremo.
Nunca cocinara comida para un cobarde o un perjuro.
Una espada brillante será levantada a él,
y dejada en la mano de Lleminawg.
Y ante la puerta de la verja de Uffern la lámpara estaba encendida.
Cuando fuimos con Arturo -Una labor espléndida-
excepto 7, nadie volvió de Caer Vedwyd"

Taliesin - Mythology of the British Ilands.

"Si levent von einem steine
Ellos son alimentados por una piedra
des geslähte ist uîl reine
de la más noble naturaleza
es heizet lapsît exillîs
se llama lapsît exillîs
dernstein ist ouch genannt der Grâl
la piedra recibe el nombre de Grial"

Wolfram Von Eschenbach

"Les contes que jo sa verais
Dunt li Bretun unt fait le lais
vos conterais assez briefment
Et cief (sauf) di cest coumencement
se lunc la lettre o i'escriture"
En Cel tems tint Artus la terre