12/12/08

Sobre sir Lugh: El torneo de Camelot, primer día

Un año ha pasado desde la batalla contra Fomore y sir Lugh llega a Camelot para encontrarse con que el rey Arturo ha organizado un torneo en honor a los que participaron de dicho acontecimiento en las costas de Hibernia; es su oportunidad de cumplir su sueño, sólo si evita que este se convierta en pesadillla.


La carreta era lenta, pero el viaje había sido demasiado tranquilo para poder disfrutar del paisaje y de la benévola temperatura. En la parte trasera sir Dinadan iba dormido, lo había hecho durante buena parte del trayecto, las medicinas proporcinadas por Parvissimus audaban a ello. Las heridas del caballero eran severas, y no aguantaría el viaje de tener que hacerlo en vigilia.

Sir Lugh se había acostumbrado a la compañia del bardo, pero este se había separado de él en Ratae, tras lo acontecido en el pueblo de dibujantes. Lo sucedido ese día aún no era claro para el joven orcadiano, sólo sabía que algo muy malo había pasado y que Parvissimus se encargaría de investigar; dijo qu elo haría solo. Al norteño sólo le quedaba acatar los deseos de su compañero, por lo que decidió ayudar a sir Dinadan a regresar a Camelot. La ayuda del moreno Sagramore fue vital para conseguir la carreta y las provisiones para atravesar la isla de Este a Oeste, sin olvidar los salvoconductos necesarios para dicha empresa.

Era época de siembra y, por lo tanto, época de paz, esta duraría hasta después de la cosecha; por lo que el viaje era tranquilo. Dinadan deliraba cuando estaba despierto o, simplemente, se dedicaba a gemir de dolor, por lo que no era gran companía para Lugh.

Quizá por la falta de relación que había en el viaje fue que el joven orcadiano volvió a pensar en su amada Blaisine, en su belleza, en la bondad mostrada para con toda su guardia, en lo sorprendida que se mostró al encontrarlo tan joven y tan pequeño en comparación al resto de los fornidos orcadianos que formaban parte de quienes debían protegerla...

-Dime Sir ¿Cómo me protegerás, cómo supliras la diferencia física que tienes con el resto de tus compañeros?- Fueron las palabras de las doncellas ni bien fueron presentados. Lugh se puso nervioso y no alcanzó a pronunciar palabra, realmente había quedado como un tonto. Por suerte Blaisine siguió repasando a su guardia y no reparó en las gotas de sudor que recorrieron su frente a pesar del intenso frio de las Orcadas.

El recuerdo era nefasto, pero se disipó al contemplar la inmensa llanura donde se parecía estar por llevar a cabo un torneo y, más allá se podían distinguir las murallas de Camelot; el corazón de Lugh se detuvo un momento a contemplar su esplendor. Una de las pocas fortificaciones construidas en piedra de toda la isla, pués había sido construida por el Imperio hace mucho tiempo, funcionando como cuartel general de las legiones apostadas en el Sur y reconstruida por Uther para luego ser llevada a una grandeza sin igual por su hijo, Arturo.

Mucha gente se acercó a la carreta al pasar esta por los pabellones, algunos reconocieron a su joven conductor, pues habían estado con el en Hibernia hace un año, y le comentaron del torneo preguntándole de qué lado se desempeñaría al iniciarse este. Lugh apenas si entendía lo que decían porque no detenía su marcha en ningún momento, hasta que una comitiva le cortó el paso.

Eran tres hombres a caballo, el de la izquierda era de, más o menos, su edad, ojos azules y pelo castaño, su porte no era mayor al del propio orcadiano, pero su ropa era de excelente calidad, llevaba la lanza en mano en posición de descanso (apuntando hacia arriba), tenía puesta una lorica hamata, sustancialmente una cota de malla de hierro, sobre una fina túnica de lino. El hombre de la derecha parecía un poco más grande de edad pero tenía el mismo porte, sus largos cabellos negros llegaban hasta sus hombros atados en una trenza. La vestimenta era igual, aunque su escudo (con un gallo rojo sobre un fondo azul) tenía un par de abolladuras. Pero era el personaje del medio quien atraía todas las miradas. El escudo, completamente azul era su distintivo particular. Era un hombre de un metro ochenta de estatura, pelo negro con rulos, tampoco llevaba barba, sus razgos eran nobles y sus ojos azules y profundos; Lugh pensó que debía de tener a la mujer que quisiese con tal porte; sobre su túnica azul llevaba una protección formada por pequeñas láminas metálicas que resplandecían como si fueran de plata. el joven orcadiano se detuvo de inmediato y contó a los tres caballeros sobre el herido que traía en la parte trasera y como había dado con él.

El hombre del medio fue quien habló.

-Ns preguntábamos qué había sido de sir Dinadan, veo que no la ha pasado bien. El Rey se alegrará de saber que se encuentra con vida, aunque sentiremos su ausencia en el torneo de mañana. Ahora dime joven ¿cuál es tu nombre?
-Soy sir Lugh, de las Orcadas, armado por la hermana del Rey hace casi dos años; entrenado por sir Lamorak, uno de los mejores Caballeros del mundo.

Los tres hombres se miraron con pesar y fue el del medio quien volvió a tomar la palabra.

-Entonces te entristecerá saber que Lamorak ha muerto hace unas semanas, si es que no lo sabías. Fue una gran pérdida, pués como decís fue un gran Caballero y se extrañará su espada este año si los picts se ponen inquietos.

La noticia lo dejó frío, su instructor era un gran hombre y un excelente combatiente, la única persona que creía poder vencer a Lamorak estaba frente a el y no parecía haberlo hecho por el tono de voz con que le había dado tabn terrible noticia.

-Decidme Caballero ¿quién ha podido vencer a mi señor?
-No ha sido un sólo caballero sino tres, quienes lo retaron a duelo en los bosques septentrionales, cuando se dirigía hacia aquí.
-¡Tres contra uno! ¡Eso no es justo! ¿Quiénes han sido los villanos?
-Cálmate un momento Lugh, estos Caballeros retaron a Lamorak y el aceptó, fue una venganza de sangre. Yo que tú no me apresuraría a impartir juicios tan rapidamente, sobre todo por encima del Rey, quien ya ha impartido su veredicto.
-¿Y cuál a sido este? Si es que se puede saber.
-Estos tres Caballeros han sido asignados a la defensa d elas Orcadas para reemplazar la espada de Lamorak, no imagino peor castigo que... perdón, olvidé que tu eras de allí.
-Aún no me has dicho quienes fueron- Lugh se estaba deseperando.
-Eso es algo que sabrás a su momento, no estás en condiciones para recibir tal información, y por favor no insistas, no quiero convencerte de ello por la fuerza. Ahora por favor síguenos, te mostraremos donde dejar a Dinadan.

El Caballero se dió vuelta y comenzó a andar a paso lento seguido por los otros dos Caballeros. Lugh tragó saliva y se dispuso a andar, pensando que había estado a punto de hacer enfadar al mejor Caballero del mundo, y lo quería en ese momento era cruzar lanzas con sir Lancelot.

...

No era un buen día para Roderik, no había encontrado a Lugh, y el torneo empezaría al alba, y lo peor había sido lo ocurrido en la cena, mientras sus escuderos cocían un jabalí llegó un mensajero a su pabellón, este traía un rollo de papel sólo para sus ojos, al abrirlo reconoció la letra de inmediato, y lo que llevaba escrito lo dejó sin apetito.

¿Adivina quién será de la partida del Rey mañana por la mañana?
Mis respetos
sir Gokeron

La tosquedad de su letra lo incordiaba casi tanto como el desafiante mensaje, Roderik hizo un bollo con aquel mensaje apretándolo en un puño y salió con prisa preguntando a los gritos donde acampaba el bando contrario, los escuderos sabían de lo que era capaz Roderik cuando enfurecía y se miraron con miedo, por suerte el más viejo de los dos, un hombre de unos cuarenta y tantos años, sabía la respuesta y contestó con prisa antes de que el Caballero se ensañase con el pequeño Jhon, un joven que se había ofrecido como escudero hacía paenas un mes.

-¡Rápido, mi caballo! que no tengo toda la noche- La voz de roderik era dura y sus ojos detentaban una furia sólo vista cuando se trataba de su hermano menor.
-Aquí está señor, he de presumir que no nos acompañará en la cena- El viejo hablaba con respeto, pero mirándole a los ojos, pués a pesar de su rudeza el Caballero solía permitirles ciertas libertades.
-Sólo guárdame un poco, comeré en cuanto vuelva- dijo y montó veloz en uno de sus corceles, dirijiéndose a toda velocidad hacia el otro campamento.

...

Una vez dejado Dinadan en el pabellón para heridos, sir Lancelot abandonó a Lugh despidiéndose de muy vuen humor, y pidiéndole que no faltara a la mañana siguiente. El joven orcadiano vendió la carreta y s ehizo de víveres y pagó a un herrero para que reparara su cota de malla, ya que los anillos de hierro se estaban separando en el hombro derecho raspándolo si levantaba mucho la espada. El herrero era bueno en su oficio y el trabajo estuvo terminado para esa misma noche.

-Así que eres uno de los vencedores de Hibernia...- Mucha gente desfilaba por la herrería de Gorlas (ese era su nombre) y el se interesaba por las historias de todos los que pasaban por ahí.
-Más que vencedor soy un sobreviviente- Mientras decía esto el pequeño hombre del norte recordaba las horas que había tardado en sacar la sangre fomoriana de sus vestiduras y armamento, y la cantidad de cuerpos que había a su alrededor mientras lo hacía.
-No eres el primero que hace un alución parecida, esos gigantes realmente eran duros, ¿de qué lado estarás mañana?
-La verdad es que nunca he participado de este tipo de torneos, sólo he justado, y todo el mundo me pregunta de qué lado pelearé, no lo entiendo- había llegado la hora d eencontrar una respuesta para saber en qué clase de torneo se estaba metiendo.
-Oh, un extranjero, debí imaginarlo. Mirá, es algo así: se forman dos pequeños ejércitos que se enfrentan el uno con el otro para mantener el dominio de un campo determinado y plantar allí su estandarte, se utilizan lanzas romas y espadas sin filo, pero te imaginarás que aún así será peligroso. Al día siguiente vendrá el turno de hacer justas individuales, aunque defendiendo las banderas del día anterior.
-Entiendo, aunque no poseo las armas a las que te refieres, ¿tú podrías alquilarme algunas?
-Tengo un par que los dueños no han venido a reclamar si quieres, y por una módica suma podremos hacer negocio. A menos, claro, que querais hacer algo por mi.
-Si está en mis manos lo haré, ¿de qué se trata?
-Del lado del Rey habrá un Caballero novel llamado Math, es un gran guerrero y aspirante a la Tabla Redonda. Este hombre sedujo a mi bella hija menor, Ariadrod y mancilló su honor, si tu te pasas al bando contrario y le vences no tendrás deuda alguna conmigo y podrás quedarte con las armas que te alquile.
-Es un buen trato, pero no mataré a este sir Math, pues no será una lucha a muerte.
-Bueno, sólo me conformo con verle derribado y humillado por un muchacho como tú.

Tras la partida de Lugh, un hombre encapuchado se hacercó a gorlas con unas monedas de plata, las cuales fueron entregadas mientras el herrero decía:

-Eh cumplido, ahora este joven estará en el bando que querías mi señor.

El encapuchado se fue sonriendo, el amanecer traería consigo la oportunidad que esperaba para mostrarse ante el rey Arturo y entrar en su distinguida corte.

...

Los caballos estaban listos, eran cien por bando, sir Lugh estaba con los héroes de Hibernia al mando de Sir Gawain con sus blancas ropas cubiertas de escamas plateadas y sir Miles de cota de malla de hierro negro. Este segundo era quien se encargaba del primero de los grupos de cincuenta caballeros que irían al choque, fue una alegría para el orcadiano encontrarse con un viejo conocido, sir Roderik. El fortachón caballero de Londinium iba vestido con una brunea recubierta de escamas de metal color rojo, y un yelmo con portección en nariz y orejas, además de guardanuca de malla y un penacho también del carmesí tono; realmente iba con lo mejor que tenía.

-Antes de comenzar debo pedirte algo pequeño amigo.
-Si está a mi alcance lo haré.
-En el otro lado está mi hermano, sir Gokeron, por favor, déjamelo a mi, va todo de negro y..
-Ya conozco a tu hermano- Le interrumpió Lugh- Va vestido como tú, pero de color negro. Nos enfrentamos hace un tiempo, no creí que se recuperara a tiempo.
-¿Venciste a mi hermano en una justa?- La voz de Roderik sonó muy sorprendida como si no creyese que quien hacía un año había salvado su vida no fuera capaz de vencer a quien creía su némesis e igual en combate.
-Corrí con ventaja táctica ese día, no creo volver a tener la misma suerte- lo tranquilizó el orcadiano.

El otro bando era una mezcla heterogénea de Caballeros consagrados de la Tabla Redonda y muchos jóvenes retadores que querían mostrarse ante el rey Arturo. Entre los primeros se encontraba sir Lancelot, el mejor Caballero del mundo, y sus primos sir Lionel y sir Bors uno a su izquierda y el otro a su derecha como siempre; sir Tor, medio hermano del fallecido Lamorak; sir Mador, hermano dle malogrado sir Patrise; sir Manessen, sir Gryffet, sir Dinas y los veteranos sir Lovell y sir Maraus.

Al mando de los novatos se encontraban sir Agravain, hermano de Gawain y sir Gareth, el menor de los sobrinos de Arturo. Entre sus filas contaban con caballeros como el llamado Le cote maile taile apodado así por lo mal que calzaban sus ropas de batallas heredadas por su padre, o un joven rubio de humildes armas llamado Perceval de quien se decía también era hijo de sir Pellinore (padre de Lamorak y Tor); y claro, con sir gokeron ubicado a la derecha de quien le había armado Caballero: sir Agravain.

El rey Arturo observaba desde una privilegiada posición en el palco Real, con su amada Gwenyvar sentada a su izquierda y su hermano de leche sir Kay, el Senescal, a su derecha; también lo acompañaba caballeros legendarios como sir Lucan, el mayordomo y su hermano sir Bedivere; su padrastro sir Ector de mares; sir Urien, alguna vez al servicio del fallecido Uther; Obviamente se encontraban las damas de compania de la Reina, entre ellas, lady Blaisine. Sólo alguien faltó ese día, pero nadie podía saber donde o porque andaba Merlín.

Toda la gente de camelot y alrededores habían ido a ver el acontecimiento pués eran ya raros, y muchos querían aprovechar y disfrutar de la belleza de la Reina o ver en persona al responsable de su dicha: Arturo. Obviamente los retadores eran favoritos por contar entre ellos con gente como Lancelot, Tor o Maraus, pero los favoritismos eran fáciles de cambiar cuando un Caballero mostraba arrojo y valor.

...

La primer carga fue estruendosa, por más que no se distinguían todavía quienes eran quienes, la gente gritaba a favor de uno o de otro. Sir Roderik había derribado a tres Caballeros de sus monturas antes de romper lanzas, mientras iba buscando a su hermano, sir Lugh lo seguía espada en mano pues había roto s lanza en el primer choque derribando a un pobre Caballero de su huesudo caballo. Realmentes e notaba que el grueso de los retadores eran guerreros novatos, sin ningún tipo de experiencia, pocos eran los que habían podido afirmas su posición a fuerza de espada y movimientos compactos, entre ellos estaban Agravain, su hermano Gareth y Gokeron; quienes derrivaban a quien se les acercara. Mientras Roderik seguía abriéndose paso hacia el centro, Lugh reconoció a sir Math y recordó su promesa, pero este era realmente muy buen Caballero y detenía con su escudo todos los golpes del orcadiano, contraatacando con una fuerza sorprendente. Finalmente uno de los golpes de Lugh traspasó su defensa haciendo caer a su rival herido, aunque no de gravedad; al levantar la vista el hombre del Norte ya no veía a Roderik y no tuvo tiempo de buscar muy intensivamente porque fue atacado por tres jóvenes muy mal armados, pero que hacían su fuerza en el número. Mientras tanto, los hombres de sir Miles hacían estragos entre las fuerzas de nóveles Caballeros, pero en ese instante, y a toda velocidad, entraron en acción los demás Caballeros de reserva liderados por sir Lancelot, la gente estalló en un sólo grito de júbilo, verían luchar al mejor Caballero del Mundo.

Sir Miles comprendía que el triunfo estaba en que el grupo de Gawain entrara en acción lo más refrescados posible, pués de igual a igual no había manera de sobreponerse al pequeño ejército de Lancelot, el grito de "¡Aguantad!" le permitió al joven Perceval sorprenderlo y derrivarlo haciéndose con el estandarte. Sir Lugh se había desembarazado de sus tres contrincantes pero a cota de su escudo, y, al ver el descontrol que había provocado la entrada de Lancelot, espoleó su caballo hacia el centro de este grupo, Roderik lo vio y quiso ayudarlo pero en ese momento se había enfrascado cuerpo a cuerpo con Gareth, sin que ninguno pudiese aventajarse. Muchos Caballeros siguieron a Lugh viéndose envalentonados por la actitud de este y la lucha se emparejó un poco.

Desviando la lanza de sir Dinas con su espada, el orcaidano se acercó lo suficiente para derrivarlo de un puñetazo, haciéndose con el arma enemiga antes que esta caiga al suelo. Con la lanza en una mano y la espada en otra se dirigió a Perceval a quien derrivó, quitó escudo y sacó el estandarte.

Al grupo de Agravain se le sumaron Lancelot y sus primos, haciendo casi imposible acercarse a ellos sin ser derrivado en el intento, sólo Roderik evitaba que gareth se les uniera. A pesar de haber recuperado el estandarte, los retadores seguían avanzando, y los Caballeros de Miles habían empezado a retroceder, la gente ya dividia su aliento entre ambos ejércitos y estalló cuando sir Gawain entró en acción.

El menor de los sobrinos de Arturo pronto derrivó a su hermano Agravain y se enfrascó en un cuerpo a cuerpo con Lancelot aprovechando que su fuerza había aumentado (cuenta la leyenda que la fuerza de Gawain crece por la mañana junto con el sol, llegando a su cénit al mediodía cuando empieza a disminuirpaulatinamente al igual que el Astro Rey) logró retrasarlo. Finalmente sir Roderik venció a Gareth y se dirigió a su hermano, cuando lo interceptaron Lionel y Bors (primos de Lancelot) quienes pudieron derrivarlo. Sir Tor se había acercado espada en mano hacia Lugh quien pudo esquivar el ataque del gigante y derrivarlo con un golpe en las costillas, el mismo Gokeron lo había visto dirigiéndose a él con el estandarte de su ejército en alto pero no logró alcanzarle pues fue derrivado por tres Caballeros que venían con Gawain.

Al ver perdido el centro del campo Lancelot toco la retirada, evitando así la caida de muchos de los novatos que le acompañaban y la deshonra de varios de los Caballeros de la Tabla Redonda ante estos hombres, que habían demostrado un valor increíble, sobre todo el grupo de Miles, quienes le contuvieron lo suficiente para que la gente de Gawain entrara con ventaja física e hiciera la diferencia.

Por los hechos de armas de ese día, y por haber inspirado a su ejército a luchar cuando todo parecía perdido; todos los honores de ese día se le fueron entregado a sir Lugh.
Quien no podía creer lo que oía del propio rey Arturo mientras Gawain (con el brazo izquierdo entablillado y una venda en la cabeza) le palmeaba la espalda diciendo "Bien hecho muchacho".


Una de las cosas que había ganado el orcadiano (aparte de dinero, un caballo, escudo nuevo y un torc de oro) era el de elegir a la mujer más bella de ese día. Tarea fácil, pues nadie sería tan estúpido de no elegir a la reina Gwenyvar, pero al subir al palco con la corona de flores sus ojos volvieron a cruzarse con los de una de las damas de compania: Blaisine. Esta vez ellá le sonrió. Arturo, parado frente a el lo devolvíó al mundo de los vivos con su voz potente y profunda.

-Estamos esperando muchacho ¿Quién recibirá la corona?- El Rey lo miraba desde sus casi 190 cm, con una enorme sonrisa en la cara, pues veía frente a el a la clase de soldado que necesitaba en su ejército, el Pendragón iba ataviado con una cota de malla dorada, llevaba un torc de oro y una capa roja, su corona era muy sencilla, pero sus razgos eran sublimes, auqnue la abundancia de la barba tratase de ocultarlos.

Lugh miró al Rey a los ojos, luego a la Reina y agachó la cabeza.

-Perdonadme Su Majestad, pero he elegido a otra persona- La vergüenza en la voz del joven no pasó desapercibida por Gwenyvar.
-No es tu obligación elegirme a mi, muchacho. Dime ¿quién es la elegida para esa corona que traes entre tus manos y que merecidamente has ganado? ¿acaso alguna de mis Damas de Compania?- Realmente era una mujer fascinante, digna de un Rey como el que tenía a su lado.
-Es lady Blaisine, Su Majestad, la doncella que se encuentra detrás suyo, hija de sir Ulfius- Los murmullos del público iban creciendo, aunque nadie sabía bien que era lo que sucedía.
-Pues entrégala entonces- La Reina le sonreía y se abríó paso para que pase el orcadiano.

Lugh volvió a ponerse nervios y colocó temblando la corona de flores y un anillo de oro destinado a la belleza elegida ese día. La Reina sonrió mostrando los dientes y con tono maternal se dirigió a Blaisine.

-Veo que tu enamorado es más apto para enfrentar lanzas enemigas que la mirada de tan bella mujer.

Arturo estalló en carcajadas que pronto se hicieron contagiosas, todo el mundo reía, menos Blaisine que se había ruborizado y miraba el suelo, mientras el orcadiano rascaba su corta barba a manera de tic nervioso. De repente, una voz calló la demás...

-Yo no estoy de acuerdo con la elección- Era Lancelot, quienluego se dirigió al Rey.
-Su Majestad, he jurado delante vuestro que nadie destacaría delenate mío la belleza de otra mujer que no fuera vuestra esposa, mi reina Gwenyvar. Si bien ella parece estar de acuerdo yo tengo un juramento de Caballero y debo cumplirlo muy a pesar mio, pues este joven se ha desempeñado din tacha en el día de hoy. Así que, por favor, sir Lugh de las Orcadas, desdícete y declara a la reina Gwenyvarla mujer más bella del reino o demuestra lo contrario en la arena.

El reto estaba echado, los Reyes nada podían hacer, la gente murmuraba, Gawain meneaba la cabeza, sólo Gokeron sonreía a un costado de Agravain mientras eran atendidos por sus escuderos. Lugh miró a la Reina, luego al Rey y, por último, a Blaisine. Era un Caballero, y no se retractaría aunque aquello implicara una pelea con el más poderoso guerrero del mundo, la flor de la caballería...

-Sólo quisiera pediros una cosa, en caso de vencer yo, nada quisiera más que la mano de vuestra doncella-

Gwenyvar miró a Arturo, quien asintió cerrando los ojos y le dió el sí. Blaisine cerró sus ojos un segundo y luego miró a aquel Caballero que siempre le había parecido un enano que nunca llegaría a nada, aquel que aprendía a leer mientras los chicos de su edad jugaban a ser Caballeros de Arturo. Esta vez vio a un hombre dispuesto a morir por ella.

-Tomad oscadiano, usad este pañuelo y no lo traigas manchado de sangre, o no seré tu esposa.

Lugh recibió el retazo y se lo ató al cuello, de un salto bajó del palco real y montó de manera decidida, dispuesto a defender su postura.

El mediodía había llegado y la gente estaba lista para ver justar al mejor Caballero del mundo con un joven al que había retado para mantener su juramento de Caballero, un joven que habìa aceptado el reto por amor. Las mujeres suspiraban; unas por el gesto del orcadiano, otras por la sola presencia de Lancelot.

Sir Roderik se acercó a su compañero para lacanzarle la lanza y aprovecho para decirle que estaba loco, dio la vuelta y se alejó. Los escuderos de Sir Gawain ayudaron a Lugh dándole un escudo y ajustando las birdas de su caballo, y es que el primo del Rey le había tomado aprecio al Caballero venido de su tierra que había ganado los honores aquel día.

Del otro lado Lancelot aguardaba listo la señal de Arturo. La voz del Pendragón fue escuchada por toda la gente que había concurrido a la llanura ese dìa, y los caballos arrancaron a toda velocidad. Fue en ese momento que Lugh se dió cuenta que Lancelot era zurdo, y que asì como iban chocarìa su lanza antes que el. Tratò en vano de protegerse con el escudo girando la cadera hacia la izquierda, pero recibió la lanza del Paladín de la Reina de lleno en el escudo, sin que el pudiese dar en el blanco con la suya. Por suerte no cayó, pero se encontraba muy aturdido, el orcadiano ya estaba perdido pero no se había dado cuenta, pestañeó fuerte un par de veces como para reaccionar y se lanzó a la segunda carga. Esta vez no pudo ni siquiera levantar bien su escudo y la lanza de Lancelot se rompió al lado de su hombro izquierdo, cayendo de seco al suelo.

Fue el mismo Caballero quién se apeó enseguida pidiendo asistencia para el caido, la sangre salía de su cuerpo, la cota de malla había sido vulnerada por una astilla, y Lugh apenas si respiraba. Todo el mundo sabía como sería el resultado, pero aún así habían quedado perplejos con la escena de Lancelot arrodillado junto al cuerpo del pequeño Caballero que se había atrevido a enfrentarlo por el amor de una mujer.

Horas más tarde, mientras se servía un gran banquete en Camelot, sir Lugh se debartía entre la vida y la muerte, el Rey había puesto a los mejores médicos del reino a su dispisición. Mientras le sacaban las ropas para atenderlo, el orcadiano dijo unas palabras, casi como susurros.

-El pañuelo... no...-
-Lo siento, tienes que quedar desnudo para limpiarte y ver bien esa herida- respondió el médico druida- Nada de preocuparse por un pedazo de tela manchado de sangre, hazlo por tu corazón, que apenas si se salvó de ser alcanzado por esa astilla.

Sólo en ese momento, a pesar del dolor físico, sir Lugh se permitió soltar una lágrima.

Aquí termina el cuento
de sir Lugh y el torneo
de Camelot.
Primer día

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