3/11/08

Sobre Sir Lugh: Lady Erzebeth y la maldición de Bedegraine

"El rey Arturo gobernaba con justicia la isla de Britania, en cada poblado un Señor mantenía la ley de Camelot vigente y rendía cuenta directamente al Pendragón. Pero en algunos casos estos Señores abusaban de su poder, y sus vasallos elevaban sus quejas al soberano, quien mandaba sus tropas a poner orden, transmutando al tirano por alguien de la extrema confianza del Rey. A veces el miedo callaba a los pobladores y la oscuridad en un pequeño punto de Britania pasaba inadvertida en Camelot. A un lugar de estas características a llegado sir Roderik en busca de Lugh, y quizá no salga vivo de el."


Hace ya tres meses que sir Roderik cabalga por la Isla en busca de quien salvó su vida en la gran batalla de Ierna (irlanda), contra los fomorianos. Por sus hechos de armas de ese día los jóvenes caballeros habían sido invitados por el mismísimo sir Gawain a formar parte de la fiesta que conmemoraría dicha contienda al cumplirse un año de la misma, por lo que le quedaban menos de nueve meses para hallar a sir Lugh de las Orcadas, quien había partido sin recibir notici alguna.

Este tiempo de viaje en solitario había sido muy tranquilo, sin inconvenientes más importantes que algún desafío para justar por parte de caballeros de escasos recursos, los cuales fueron vencidos uno tras otro por el joven nacido en Londiniun, lo cual le había hecho ganar el favor de no pocas señoritas, campesinas en su mayoría, pero ninguna que sobresaliera en belleza.

Ya se acercaba la hora de la cena cuando roderik llegó al pequeño reino de bedegraine, situado en la costa Oeste de Britania, al norte de lo que hoy en día llamamos Wales. Era un lugar extraño, sin fortificaciónes de ningún tipo, donde un único edificio de piedra dominaba el villerío desde la colina Este. El poblado parecía subsistir de la pesca, aunque no se veían torres de vigilancia en el puerto; a pesar de que su costa se encontraba frente a tierras irlandesas y, lo suficientemente al Norte, como para temer desembarcos de partidas bárbaras (picts, anglos, saxons).

Al pasar Roderik en su caballo sentía el ruido de portazos y ojos que se clavaban en su humanidad desde ventanas oscuras, definitivamente no era bienvenido. Eso no le importó, pués de todas maneras se dirigía a la fortaleza de la colina.

Se posó frente al inmenso portón con la noche ya sobre sus espaldas, fue recibido con cortesía aunque de manera fría. Pero esto no melló en su juvenil ánimo, sólo quería una buena comida, un lugar caliente para dormir y forraje para su caballo. En la sala no había muchos sirvientes, y los pocos que había eran hombres mayores, de los cuales ninguno le dirigía la palabra, de hecho, ni siquiera la mirada; sólo servían la cena y se iban hacia quien sabe donde.

La mesa era una gran tabla rectangular hecha de roble en cuya cabeza se situaba lady Erzebeth (Isabel, en cristiano), quien al parecer era quien gobernaba estas tierras ante la ausencia de su padre Lord Ferencne; quien había fallecido hace ventitrés años en la gran batalla de Baedum, donde Arturo finalmente derrotó a la coalición bárbara de picts, saxons y anglos que había invadido la Isla tras la muerte del rey Uther.

En este punto fue que Roderik empezó a notar algo raro ¿Cómo podía ser hija de un hombre muerto hace ventitrés años una persona que no aparentaba más de veinte? Lady Erzebeth tenía secretos de belleza que la misma reina Gwenyvar codiciaría.

Tras una cena austera, la joven se levantó y marchó hacia sus aposentos dejando a los comensales que siguieran con lo suyo, pero recordándoles que en cuanto se acostaran no se les tenía permitido deambular por la propiedad. A su partida, Erzebeth fue seguida por quien era su concejera, una mujer de unos ochenta años de espaldas dobladas y balncos cabellos atados en una enorme trenza: Darvulia era su nombre, de quién se decía, era una poderosa hechicera.

Todos estos datos fueron conseguidos por roderik tras la partida de la dueña de aquel lugar, pues la curiosidad que despertaba la dama para él era muy grande. Claro que para ello tuvo que preguntar una y otra vez, incluso desembolsar algode dinero a los comensales de aquella noche. La mayoría de ellos eran comerciantes, seguramente dueños de las naves pesqueras; ninguno vivía en la casa, pero esta no era una noche propicia para andar afuera, y mucho menos para reposar en los barcos. Pues era luna nueva y lo mejor era encerrarse en un lugar seguro y no salir hasta que despuntare el alba.

Al parecer lady Erzebeth se había casado tras la muerte de su padre a los catorce años, pero enviudó al año siguiente, la misma suerte habían corrido sus otros tres matrimonios a los dieciseis, veinte y veinticinco años, por lo que siguió gobernando en soledad, siendo rehusada por otros caballeros a causa de su "mala suerte". El rey Arturo la consideraba buena gobernante, pues siempre pagaba sus impuestos y jamás recibía problemas desde Bedegraine, por lo que había accedido al concejo de la Reina de dejarla manejar sus tierras sin la ayuda de algún caballero.

El joven Caballero de Londinium no podía creer que la bella dama que había estado comiendo con el tuviera ya treinta y siete veranos, después de todo su hermosa piel blanca y tersa no dejaba entrever ninguna arruga, su vocesita era la de una niña apenas salida de la pubertad, sus delicadas manos se movían con la dulzura de quien, en su inocencia, toca todo por primera vez y sus enormes ojos negros carecían de la profundidad de quien ha vivido tres décadas, sin olvidar la falta total de canas en su sedoso cabello de ébano; realmente Erzebeth era un gran enigma, un enigma fascinante y perfecto por si solo,

Sir Roderik fue conducido a sus aposentos por dos guardias vestidos con ropas de cuero, armados sólo con viejas pila romanas, siendo estas las únicas armas vistas esa noche. Una vez dentro de su habítación, el Caballero se encontró con una pequeña cama, una silla de madera y una mesita del mismo material sobre la cual se encontraban: un espejo, una jarra de agua y un cuenco, una diminuta ventana lo comunicaba con el Oeste, por lo que tenía una panorámica visión del pueblo y su costa, que a estas horas se hallaba en un estado fantasmagórico.

A pesar de contar con un sueño pesado, esa noche, el joven tardó en encontrarse con morfeo, que al llegar fue interrumpido por un lastimero grito de mujer. su primer pensamiento fue en la princesa, por lo que se levantó y vistió como pudo, tomando su espada y dejando su camisa de malla y yelmo se dirigió hacia la puerta encontrándola cerrada por fuera. Esto no lo detuvo y de una fuerte patada se vió libre. al salir, lo esperaban los dos guardias, quienes lo atacaron simultáneamente, no le resultó difícil a Roderik esquivar ambas pila y cercenar en el mismo movimiento la cabeza del atacante ubicado a su izquierda, al ver que sería el próximo, el otro hombre, soltó su arma y pidió clemencia, el joven Caballero apoyó la punta de su espada en el cuello del guardia y le dijo:

-Sólo salvareis vuestra vida, villano, si decís qué habeis hecho con lady Erzebeth ¿dónde está?
-No puedo deciros eso Sir, me matarán- respondió el hombre de rodillas. El miedo en su voz era evidente, definitivamente prefería el frío metal a decir que habían hecho con la señora de esas tierras.
-¡Entonces morirás aquí!- al precionar con su espada el villano cedió,
-En... el sótano... por aquel pasillo hay una escalera... ¡por favor no me mate!- pero Roderik ya sufría dela locura del fulgor de la batalla, y el hecho de que el hombre supiera el paradero de la dama lo incriminaba directamente.
-Tu eres responsable de lo que le pasa a tu Señora, por tal villanía morirás- sin otra palabra cortó su cuello y se dirigió hacia las escaleras que le habían señalado.

Evidentemente los guardias se habían levantado en armas contra el dominio ejercido por una mujer después de tantos años, seguramente financiados por quienes se encontraban durmiendo tranquilamente en sus aposentos, si algo hubiera de pasarle a Erzebeth, pensó Roderik, arreglaría cuentas con ellos esa misma noche.

Inmerso en sus conjeturas, un pilum atravesó su muslo izquierdo mientras doblaba en un recodo de la escalera que conducía al sótano. esa falta de atención le pudo haber costado la vida, con furia clavó su espada de manera horizontal en la garganta de su atacante, quien cayó rodando escaleras abajo llevando la espada de Roderik con el. El joven sacó la lanza de su pierna y la vendó como pudo con un jirón de sus vestiduras (la manga de su brazo derecho) y tomando el arma de su adversario fallecido siguió su camino descendente.

Al llegar abajo encontro el cadáver y tomó su espada del todavía sangrante cuello con su mano izquierda. El lugar era desolador, una sala de tortura con todos los macabros juguetes que se puedan imaginar y, en el centro, una tina de baño de la cual sólo se veía que salía un brazo pálido como la luna, un goteo caía desde arriba, quizá la habían ahogado, imaginó el Caballero, quizá todavía podía salvarla. ¡Erzebeth! Su nombre le dió fuerzas para acercarse al cuerpo que parecía yacer sin vida y del cual se sentía hechizado... Un guardia salió de entre las sombras para evitárselo, el pilum volo de la mano de Roderik para insertarse en el corazón del atacante deteniendo su carrera al instante. Otro guardia que también salió de la oscuridad recibió un terrible tajo de manera horizontal que rebanó su cabeza a la altura de los ojos. Si había más hombres al rededor, no saldrían, el joven Caballero había demsotrado ser mucho para todos ellos.

Tomó a la dama entre sus brazos y notó que, aunque ne estado de shock, aún respiraba. Pero también se percató de otra cosa, algo que erizó los pelos de su nuca, que lo dejó sin respiración. En la bañera no había agua, había sangre... ¡estaba llena de sangre! La luz era tenue, por lo que no distinguía su carmesí tinte, pero era un líquido más espeso que el agua y su olor resultaba inconfundible, instintivamente sacó a Erzebeth de aquel baño de sangre y comenzo a buscar la herida que produjo semejante desangrado, las esperanzas de salvarla se desvanecían, la pérdida había sido tremenda. Nada... nada... y el goteo era insoportable... el goteo...

Roderik puso la mano justo debajo de las gotas que caian una detrás de otra sobre la bañera y, al recibir una de ellas se la llevó a la nariz. Soltó a la moribunda y miró hacia arriba; un sarcófago de hierro suspendido del techo era la fuente de tanta sangre, era su origen y no Erzebeth... jamás tendría que haberle dado la espalda...

...

El golpe fue con el pomo de su propia espada en la cabeza, no sabe cuanto tiempo pero si que perdió en conocimiento. Al despertar dos hombres lo tenían tomado por los brazos mientras Erzebeth lo miraba con una sonrisa diabólica y los ojos inyectados en sangre. Sangre que pronto obtendría al usar la temible falcata ibera que tenía en su mano izquierda, a su lado, Darvulia la hechicera, le hablaba:

-Mátalo, no puede salir de aquí con vida, ya sabe lo que haces aquí- su tono era pausado pero autoritario.
-Ya lo sé, sólo pienso en donde hacer el tajo, quiero aporvechar su sangre noble al máximo- Iba vestida de blanco, su pelo recogido a la espalda aún chorreaba sangre.
-La sangre es la vida ¿sabeís?- dirigiéndose a roderik- eh descubirto que un baño de sangre d euna doncella virgen cada luna nueva me mantendrá bella para siempre- ya no le parecía al londinense tan bella- te advertí que no deambularas, ahora tendré que quitarte la vida.

Antes de asestar el golpe, el Caballero interpuso con una fuerza descomunal a uno de sus captores, resultando este la vícitma de la falcata de Erzebeth. El otro guardia lo soltó y huyó hacia las escaleras, sabía que sería el próximo.

Sir Roderik tomó el arma de la doncella justo antes que esta le cortara la cabeza, y con un golpe de puño la dejó tendida en el suelo. La bruja Darvulia, espada en mano, quizó ayudar a su ama pero sólo encontró la muerte en manos del hombre del Sur.

Veinte guardias armados con sus pila aparecieron por la escalera en ese momento, al vre al caballero espada en mano y con la cabeza de la hechirea a sus pies, tiraron sus armas y se hincaron de rodillas. Era e miedo a Darvulia lo que mantenía el silencio de los horrores que ocurrían en Bedegraine, muerta esta se volvió a respirar libertad en la zona.

En cuanto a lady Erzebeth, fue condenada a vivir encerrada en lo alto de la torre, su habitación fue tapiada, dejando sólo un abertura por por la cual sir Astor, antiguo Caballero ya retirado, se comprometió a alimentar al bello monstruo que allí residía. El mismo Astor se encargaría de la villa, enviando al Rey noticias de la muerte de su antigua gobernante. Pues se había llegado a la conclusión de no ventilar jamás lo sucedido durante más de veinte años en este lugar, para evitar imitadores en regiones vecinas.

Sir roderik se alejó la quinta mañana después de aquella fatídica noche, su búsqueda aún no había terminado y el invierno que lo acechaba retrasaría todavía más el largo camino que aún le tocaba recorrer. Aunque jamás olvidó a Erzebeth, ese nombre nunca salió de su boca hasta el día de su muerte.

Aquí termina el cuento de
lady Erzebeth y la
maldición de Bedegraine

No hay comentarios: