14/9/08

Sobre sir Lugh: Sir Lugh, Parvisimus Ambrosius y la justa contra el Caballero Negro

"Existen dos tipos de Caballeros: aquellos que se embriagan antes de cada batalla (para combatir sin miedo) y también están los que beben en tiempos de paz. Esta es la historia de uno de estos últimos"

La taberna es sucia, oscura, el no conoce a nadie, sólo se dedica a beber una cerveza que no podría saber peor. Está inmerso en sus pensamientos, en su vida durante los últimos meses, los cuales han sido muy raros ¡por Dios! El último año y medio ha sido raro.

Pensó que haber sido nombrado Caballero fue lo mejor que le pudiera pasar a un hombre de su humilde ascendencia, una persona adiestrada por el mismísimo sir Lamorak, diez años mayor que él y de quien se considera que sólo encuentra igual en otros dos hombres de la Tierra: sir Tristán y el legendario sir Lancelot. La posición de tan ilustre entrenador como paladín de la reina Morwuase (hermana del rey Arturo) ayudó a que el joven Lugh viviera en la corte, donde hubiese estado sin sobresaltos de no haber posado sus ojos sobre la doncella Blaisine, una dama tan bella que al sólo verla se sentía uno en el otro mundo, en la tierra de las hadas.

Pero claro, el amor de una doncella no se obtiene de la misma manera que la victoria en el campo de batalla, ya que en una contienda no existen demasiados misterios y, en cambio, cada mujer presenta la más grande de las incógnitas, por si fuera poco, esta varía con cada fémina.

Al ritmo de las horas, las cervezas pasaban una detrás de otra. Muchos hombres de la taberna partían totalmente ebrios hacia quién sabe donde y el resto (si es posible, mas borrachos aún) buscaban cualquier motivo para agarrarse a puñetazos o, en el peor de los casos, para batirse en duelo de espadas.

Era en tal descontrol que sir Lugh permanecía en su mesa, taciturno, la mirada perdida y con un jarrón de cerveza que , a pesar de ser llenado constantemente, permanecía vacío.

Quizá fue el alcohol lo que provocó que el joven se sorprendiera al oír tan cerca de él las palabras "¿puedo acompañarlo en su etílico pasatiempo?"

El orcadiano se tomó su tiempo para observar al hombre parado delante de él; quien lo superaba en, al menos, media cabeza (lo cual no era mucho), de tez morena, cejas pobladas y nariz prominente. Su voz era dura pero cálida y sus ropas parecían humildes, pero al mirarlas con detenimiento uno se daban cuenta que eran prendas de gran calidad que cargaban a cuestas interminables viajes por los lugares más diversos y los climas más inhóspitos.

-No suelo beber con desconocidos- fue la respuesta del joven, quien permaneció sentado y apuró su jarrón de cerveza.
-Déjeme invitarle la próxima, mi tozudo Caballero- insistió el hombre sentándose frente al orcadiano al tiempo que tiraba unas monedas de oro sobre la mesa.

La oferta era muy atractiva, ya que hacía horas que Lugh se había quedado sin dinero y su deuda con la taberna se había vuelto impagable.

-Mi nombre es Lugh, y no soy de por aquí, espero sepa disculpar mi falta de cortesía-
-Destierre tales ideas de su cabeza, joven amigo mio- el tono de su voz era igualmente condescendiente- Puede llamarme Parvísimus Ambrosius-
-El nombre debe ser una broma- repuso sorprendido el orcadiano.
-¡Oh! veo que no eres un ignorante- fue la respuesta de Parvísimus.

Las horas pasaron y el sol encontró a los dos personajes todavía hablando y bebiendo. Parvísimus Ambrosius resultó ser un bardo muy famoso en Iberia Septentrional, quien había huido de la persecución del Imperio. el bardo se mostró muy interesado en las pocas aventuras del joven Lugh y le propuso cantarlas. Qué raro que es el alcohol, ¡y más raro aún es su efecto sobre la gente! Poco tiempo hacía que estos hombres se conocían y, tras unas cuantas jarras, su trato era tal que quien se tomara un instante para observarlos no imaginaría jamás que estaban unidos tan sólo por un momento de libación.

Viendo el sol en lo alto Lugh se dispuso a partir, pero Parvísimus le instó a quedarse unas horas más y a acompañarlo en su viaje después del almuerzo que él mismo invitaría.

Así, tras una cuantiosa comida, partieron los dos hombres por un sendero que era engullido por un espeso bosque y que se dirigía hacia el Este.

La cabalgata duró unos cuantos días. A pesar de los peligros del bosque, sir Lugh se sentía seguro, el bardo a su lado inspiraba mucho más que un simple compañero de tragos. El joven se había percatado de que su ad-latere ocultaba su verdadera naturaleza y que debajo de esa máscara de humildad había una grandeza propia de los más renombrados Caballeros.

En la quinta jornada de viaje los compañeros se encontraron con un claro iluminado por el sol que ese día estaba más fulgente que nunca, representando un lugar de descanso ideal, sólo que no se encontraba ausente.

En un extremo, un hombre de negra armadura se preparaba para justar contra el hombre apostado en su opuesto, cuyo escudo de armas divisaba un rayo sostenido por una mano blanca. A lo lejos, una dama de cabellos oscuros y tez llamativamente blanca, lloraba desconsoladamente.

Parvisimus no dudó en acercarse a consolar a la mujer, al tiempo que sir Lugh observaba atentamente como los contendientes rompían tres lanzas una tras otra. Fue en la cuarta que el hombre con el rayo en su escudo cayó por tierra. Una vez en el suelo tomó su espada e intentó enfrentar al caballero negro de a pie quien no dudó en aprovechar su ventaja para divertirse con el hombre antes de dar el golpe final.

El joven orcadiano no pudo soportar tal espectáculo e intervino (tal era su costumbre) en pos del hombre que se encontraba en desventaja.

-¡No deberias aprovecharte de un hombre en tremenda desventaja!
-¿Pués que quieres si el hombre no se rinde?- respondió el caballero negro mientras golpeaba con su maza a su rival en el ya magullado escudo.
-Juré vengar el honor de mi hermana a costa de mi vida si es necesario- Gritó el ya vencido Caballero señalando a la joven que, un poco más calmada, seguía llorando en los hombros del bardo,
-Pués si este hombre ha deshonrado a la señorita, yo tomaré el lugar del retador, si se me permite- Exclamó Lugh ya indignado ante tanto deshonor que era refregado en sus narices, al mismo tiempo que ponía su lanza en posición.
-Para mi no hay ningún inconveniente- Dijo el Caballero Negro mientras de entre los árboles salía su escudero con una lanza de roble para su amo.

Ninguna palabra medió entre ambos contendiente, quienes comenzaron su carrera a gran velocidad. Eran varios los ítems en los cuales el orcadiano era aventajado por su adversario: su caballo estaba mejor alimentado, su armadura era más liviana, su lanza unos centímetros más larga y estaba definitivamente mejor alimentado. Pero sir Lugh tenía se su lado la ventaja de haber visto ya justar cuatro veces a su adversario y lo había medido con ojo clínico.

En plena cabalgata el hombrecillo del Norte se inclinó hace delante y con su oponente casi sobre el se movió un poco hacia su izquierda levantando apenas la lanza que impactó de lleno en el hombro derecho del Caballero Negro quién cayó del animal sin que su lanza hallará destino alguno.

Acercándose a su vencido, quien aún estaba de espaldas al suelo, sir Lugh se dirigió a él.

-Pasará un buen tiempo antes d eque vuelvas a empuñar arma alguna, así que es tu decisión si te rindes ante mí o si te doy muerte aquí mismo por tu villanía-

Sacándose el yelmo a duras penas el hombre vestido de negro respondió:

-Yo no soy quien ha mancillado el honor de esta señorita, sólo me he ofrecido a ocupar el lugar de quien es realmente responsable, soy su campeón.
-¿Y por qué hiciste tal cosa?
-Te contaré la historia: Resulta que el Caballero a quien has ayudado no es otro que sir Patrise, Caballero de la Tabla Redonda, el hombre a quien estoy reemplazando sintió mucho miedo de recibir su merecida represalia por haber mancillado el honor de la bella Elaine, ya que es sabido que aquel que se enfrenta con un Caballero del Rey lo hace con todos-
-Entiendo, ¿pero cuál es tu parte en todo esto?-Repuso Lugh sacándose el yelmo.
-Es muy sencillo, al igual que tú, soy un Caballero novato, como has notado, y al enterarme de la situación me ofrecí a enfrentarme a Patrice por una buena suma de dinero, así no sólo me haría de una buena suma...-
-... sino también del renombre por vencer a un Caballero de la Tabla Redonda- Culminó la frase Lugh.
-Plan más que sencillo- Dijo Parvisimus sumándose a la conversación.
-Pero no funcionó, ya que fuí derrotado- se lamentó el Caballero mientras era atendido por su obeso escudero.

La tarde se acercó y quienes hacía un rato habían justado se encontraban conversando muy amigablemente en el pabellón que tenía el Caballero Negro, quien se había presentado como sir Gokeron.

Sir Patrise era atendido por su hermana, sir Gokeron por su escudero y los dos compañeros atendían las reservas de un excelente vino, cortesía del derrotado Caballero Negro. La conversación era amena debido a la juventud de los caballeros y Lugh se había enterado de muchas cosas, por ejemplo que sir Patrise había sido nombrado caballero hacía apenas un año junto con su hermano mayor sir Mador, y que lo había hecho la mismísima reina Gwenyvar. Al oir esto, el joven imaginó la ceremonia y supuso que su amada Blaisine habría formado parte de la misma. Este fue el pensamiento que lo acompañó esa noche ya lejos del pabellón de Gokerón mientras viajaba junto a, su ya amigo, el bardo Parvisimus Ambrosius.

Habían dejado ya lejos las aventuras de aquel día cuando Lugh se percató de algo referente a su antiguo rival. El caso era que este comentó que su instructor no había podido nombrarlo Caballero como lo había hecho con su hermano, pues fue una de las bajas de la sangrienta batalla en tierras del Ulster que aconteció un año atrás, su nombre esa sir Miles. Eso sólo podía significar una cosa: Gokeron era el hermano de sir Roderik.

La sorprendente coincidencia fue lo último que cruzó por la mente del joven Lugh antes de dormirse bajo el sonido de una canción de bardo que lo acompañaba titulada El Caballero que bebe en tiempos de paz.

Aquí termina el cuento de sir Lugh, Parvisimus Ambrosius
y la justa contra el Caballero negro

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